Capítulo I

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A ti,

deseo que el amor te encuentre.


Han pasado 6 meses desde que Valentina y Juliana decidieron compartir sus vidas y su hogar. Más de medio año en el que sus vidas cambiaron recobrando la alegría nuevamente, aún tenían bastante presente aquel fin de semana inolvidable en el rancho Carvajal, al que volvían de vez en cuando para bailar a la sombra de su árbol.

Este fin de semana eran las anfitrionas de lo que habían decidido nombrar "La elotiza anual Valdés-Carvajal", era la primera vez que la hacían, pero tenían pensado que fuera una tradición en la que pudieran reunir a todos sus seres queridos. ¿Quién se negaría a elotes y tequilas gratis? Yo no.

– Mi amor, ¿estás segura que tenemos suficientes elotes para todos? – preguntaba ansiosa la ojiazul mientras veía las redes con las 5 docenas de elotes que acababan de llevarles desde el rancho Carvajal.

– ¿Es broma, Val? Tenemos 60 elotes y somos como 10 personas, mi amor... Estoy segura que tenemos más que suficientes – respondía serena la maestra, después de todo, ella tenía el don de hacer rendir un pastel para 10 personas en 25 rebanadas para los niños, los elotes no iban a representar un problema; además, calculaba que 3 por adulto eran suficientes, así que tenían casi el doble necesario.

– Quiero que todo salga perfecto, cariño – contestaba haciendo su clásico puchero que se ponía más tierno conforme pasaba el tiempo.

– Así será, además, es la familia, el punto de todo es divertirnos, si siguen teniendo hambre, mandamos pedir algo y listo, tranquila bonita – sonreía Juliana desde la cocina en la que se encontraba rayando el queso para dejar todo listo.

– Está bien, cielo. Voy a bajar el tequila de la camioneta.

– Ok, mi amor.

Pasados unos minutos, Juliana escuchó como Valentina hacía esfuerzo y se quejaba, lo que causó su curiosidad y se acercó a ver qué pasaba.

– ¡Valentina Carvajal! ¿Piensas hacer que todos terminen yendo a alcohólicos anónimos o qué? – preguntaba Juliana con el ceño fruncido aguantando una carcajada al ver cómo la ojiazul maniobraba con dos cajas con 6 botellas de tequila cada una.

– Yaaaa Juls, yo solo quiero que se la pasen increíble, deja de reírte de mí y ven a ayudarme, no quiero perder este maravilloso elixir de los dioses.

Juliana negaba con la cabeza mientras reía sin mesura.

– Ay mi amor, no tienes remedio, te amo – dijo la morena mientras tomaba una de las cajas para llevarlas a la zona donde habían puesto las bebidas – ¿Y esos juguitos? – preguntó señalando una caja con 24 cajitas.

– Son para Isa, no pienso darle tequila, Juls...

– Ya veo, lo que piensas darle es una cantidad enorme de azúcar que no debería consumir...– Le dijo alzando una de sus cejas.

– ¡Ash! Mi sobrina es feliz conmigo porque siempre la consiento y no dejaré de hacerlo, son sus favoritos.

– Ok, ok, tía V, debiste de comprarle helado también.

– Ya está en el congelador de la cochera desde ayer – respondió con un guiño.

– ¿Por qué no me sorprende nada, Carvajal? – dijo sonriendo.

– ¡Oh! Por cierto, voy a guardar una botella porque quiero enseñarte algo más tarde, Valdés... – sonrió con picardía y se llevó una de las botellas a la habitación, dejando a la morena confundida con las ocurrencias que tenía.

Mi hogar para siempre | Juliantina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora