Capítulo 4

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-¿Y nunca habías ido antes a clases? -me preguntó Noah.

Mi padre se había ido y me había dejado sola en el estudio con Noah. Trevor también se había ido, no sin antes insistir en que podía empezar hoy las clases. Mi padre decidió que no tenía por qué ir a clase con más gente si podía tener un profesor solo para mí. Noah se había quitado la chaqueta negra de cuero con la que le había conocido y se había quedado en una camiseta verde que ponía: Sesamo Street. Le dejaba los brazos musculosos al descubierto. Se le notaban las venas, que corrían a lo largo de su largo brazo. Estaba metiendo un disco en el reproductor de música, listo para empezar.

-La verdad es que no. -susurré.

Me miró. Sus ojos marrones se me clavaban en la mirada. Me apetecía acercar la mano a su despeinado pelo y colocárselo en su sitio.

-¿Estás nerviosa? -no lo preguntaba por ser amable. Se estaba riendo de mí.

Negué con la cabeza. Noah parecía ser el típico chico malo, que solo lleva a las más guapas y descerebradas en su moto. Lo que me esperaba. Puso el CD en marcha y comenzó a sonar la canción: "My house". Me gustaba está canción,me parecía divertida. Noah empezó a moverse, primero haciendo algunos pasos con los pies y luego añadiendo las manos. Parecía complicado, pero a él parecía no costarle. Era como si su alma saliese de su cuerpo y empezase a danzar con movimientos suaves y delicados. Me preguntaba si cuando yo bailaba a la gente le pasaba lo mismo. Tenía los ojos cerrados, escondiendo sus penetrantes ojos marrones. Que guapo era. Pero no era mi estilo, ni mucho menos. Lo único que parecía unirnos era el baile.

-¿Vas a bailar o qué? -me preguntó aún con los ojos cerrados.

Me sentía algo cohibida. ¿Por qué mi profesor tenía que ser tan desagradable? Si al menos me cayese bien... O si fuese más feo... Retrasar el momento no serviría de nada, así que yo también me quité la sudadera y la lancé a un lado. Me daba igual lo que ahora Noah pensase de mí.

-Uooo. Chica, tranquila. -respondió a mi arrebato.

¿Dónde estaba la auténtica Zaira? Esa Zaira nunca habría hecho lo que acababa de hacer y mucho menos estaría sonriéndole ahora con una sonrisa pícara a un chico malo. Noah volvió a cerrar los ojos y yo le imité. Sentí como la música fluía a mi alrededor y como mis músculos se movían bajo mi piel. Total, Noah no me estaba mirando, ¿o sí? Abrí un ojo a la vez que descansaba los brazos hacia abajo y mis pies se paraban. Que ilusa que era. ¡Pues claro que estaba mirando! Y además de verdad. Estaba apoyado contra una columna, clavando los ojos en mi cara colorada. Cuando se percató de ello aplaudió.

-Bien pelirroja, bien. -odiaba que me llamasen pelirroja- Se te da bastante bien. Pero que digo. ¡De cine! -eso solo bastó para incrementar el color de mi cara- ¿Seguro que nadie te ha enseñado?

Asentí con la cabeza. ¿Tan buena era?

-Bueno. Trevor debería verte bailar. Ya que parece que no hablas, al menos puedes hacer otra cosa. -mi ira empezaba a aumentar a lo cuál él respondía con una carcajada- Bueno por hoy es todo. Nos vemos mañana, pelirroja.

Le respondí con un resoplido y salí del estudio. Me senté ella acera, en frente del escaparate durante diez minutos. Mi padre no solía ser puntual, pero esto se pasaba de castaño oscuro. Justo en ese momento me llegó un mensaje.

Papá: lo siento hija no puedo ir a buscarte. Te veo en casa.

Mierda. Mi primer día y ya tenía que volver sola a casa. Oí un ruido tras de mí y alguien que me decía:

-¿Qué haces todavía aquí, Zana?

-¿Zana? Me llamo Zaira, no Zana.

Noah se sentó a mi lado en el bordillo de la acera. De verdad que mi suerte era muy mala.

-Zana-horia. ¿Lo pillas? -explicó seguido de una carcajada.

-Ja ja. Si vas a ser tan amable ya puedes dejarme en paz.

-Oye que soy tu maestro. Me debes respeto. -mostró una cara que supuse que pretendía parecer ofendida.

Ahora yo también me reí.

-No me has contestado a mi pregunta. -me dijo.

-¿A cuál?

-¿Qué haces todavía aquí?

-Mi padre no puede venir a recogerme y estaba pensando en como llegar a casa.

-Vamos, levanta. -me ofreció la mano.

-¿Por?

-Te llevo yo.

Parecía que a Noah le había dado algo extraño en la cabeza. ¡Ahora era amable! Tuve que aceptar, no tenía otra opción. Abrió la puerta de un todoterreno negro y esperó a que entrase. ¿Qué pasaba en esta ciudad con los todoterrenos? Noah arrancó el motor y se puso en marcha. Le di mi dirección y él sonrió. Su sonrisa me dio miedo. Llegamos rápido a mi casa. Durante el trayecto yo miraba por la ventana y me pareció que Noah me miraba de vez en cuando de reojo. Tal vez todo habían sido paranoias mías. Cuando llegamos yo me dirigí rápidamente a mi puerta. ¿Para qué retrasar el momento?

-Espera. -me di la vuelta con la mano en el pomo de la puerta- ¿No me vas a dar un beso de buenas noches?

Me reí y negué con la cabeza. Cuando ya iba a cerrar volvió a llamarme.

-Zana. Mañana aquí a las 2:30. Te llevo.

-Gracias. Y... Me llamo Zaira.

Cerré la puerta y me pareció escuchar de fuera:

-Lo sé.

Siguiendo un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora