Capítulo 1

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— Chars ha muerto... — esas tres palabras la perseguían.

Cuando Jeremías, el socio y mejor amigo de su prometido, llegó ese día a casa y le contó del accidente que había sufrido, Chars se asustó. Aun así, una pequeña esperanza brillaba opaca. Aún no habían encontrado el cuerpo, pero eso caería dos días después. Cuando los guardacostas habían encontrado su cuerpo, flotando en alta mar.

Hoy en el cementerio y con la única compañía de Jeremías y las cartas que su prometido le había escrito, cuando inició la conquista. Cumplía parte de la promesa que le había hecho. Chars quiso ser cremado y sus cenizas querían que estuvieran en dos partes. Una debería quedarse en la ciudad, la otra quería que se dispersara por los campos, donde jugaba de pequeño.

— No estuviste en la ceremonia — le recriminó su amigo.

— No quería verle — le dijo refiriéndose al hermano de su prometido.

— No debes juzgar, he tratado a Eliot y te aseguro que no es el hombre que crees. — sonó su nariz mientras limpiaba la tumba.

— Le dio la espalda ¿Qué hubiera sido de él si tú no hubieras aparecido? — preguntó.

— De nada vale en estos momentos que te diga algo. — le dijo su amigo y se sentó a su lado en el césped — creo que será mejor si te das cuenta por tus propios medios...

— ¿Qué quieres decir?...

— No es el momento, jamás me creerías. — le dijo llevándose, mientras le tendía una mano.

— Ven, es hora de irnos, te acercaré a la hacienda. — le dijo y asintió — te acompañaré hasta donde se pueda. Pero no me quedaré, me regresaré mañana. — la voz de Jeremías era dura, no parecía afectado por la muerte de Chars y eso le dolió.

— No es necesario, tengo el tiquete de auto bus. — dijo soltando su mano. — ¿Me acercas allá?

— Dije que te llevaría Abbys...

— Quiero hacer esto sola, — se defendió — tú mismo me diste esa carta, debo ir a ese lugar. Con su hermano... — limpió con el dorso de la mano sus lágrimas mientras empezó a caminar — pero si no puedes acompañarme, no hay problema, tomaré un taxi — le dijo y Siguió su camino.

Caminó a paso rápido hacia la salida del cementerio y no miró atrás. Sabía que Chars no era perfecto, que tenía sus fallas. Pero que su mejor amigo y socio, no sintiera su muerte. Y se empecinaba en decir, que él no era lo que aparentaba, era el colmo. ¿Por qué se lo decía ahora?

—Abbys, espera. — se detuvo y lo enfrentó enojada.

— Si me vas a seguir hablando mal de Chars, ahórrate el sermón. No sé puede hablar mal de aquel que no se puede defender. — le dijo levantando la voz y poco le importó que estuvieran en un campo santo y que sus gritos llamaban la atención. — ¿Por qué ahora quieres decir todo? ¿Por qué no lo dijiste antes? Tuviste tiempo de sobra. — le dijo y su voz se quebró.

Se abrazó a sí misma y atrajo contra el pecho las cartas de Chars. Nadie que fuera capaz de escribir cosas tan hermosas, era malo. Chars tenía una manera maravillosa de describir las cosas más simples de la vida

— Abbys... — lo vio detener el diálogo y mirarla a los ojos.

Imaginaba que no era muy atractiva a la vista. Debía tener los ojos rojos e hinchados. Sus sueños, ilusiones se fueron con él, ya nada importaba si él no estaba con ella.

— No llores, por favor. — le dijo mientras se acercaba a ella y la abrazaba — te llevaré a ese lugar, te presentaré a sus padres. Ellos pidieron conocerte, les dije que estabas muy afectaba. No quise decir la verdadera razón.

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