♡・:*。.⚢・𝟷・⚢.。*:・♡

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- ¡Venga, Nadia! - Dijo Daniela mientras me ayudaba a guardar las cosas en la mochila. - ¡Se están yendo todos sin nosotras!

- ¡Ya voy! ¡No me metas prisa!

Metí forzosamente el estuche y cerré la mochila. Nos dirigimos corriendo al patio y justamente el profesor ya estaba pasando lista. Llegamos por los pelos.

Él se dio la vuelta mirándonos de arriba abajo. Habíamos llegado corriendo, yo ya estaba jadeando y sudando. Y ni siquiera habíamos empezado la clase de educación física.

Hicimos el calentamiento, pero como siempre, nadie se presenta como voluntario para capitanear el entrenamiento, así que, Adrián, nuestro profesor, saca a un alumno a la fuerza. Cada vez que eso sucede, me desaparezco entre la gente para que no me escoja a mí. No me gusta que la gente me mire. Siento los ojos de los demás en mi nuca.

No soy tímida, de hecho, me considero una persona extrovertida, pero la atención de personas extrañas me da miedo.

El profesor me miraba fijamente, estaba a punto de alzar la mano para señalarme, como si intentara castigarme por retrasarme en su clase, hasta que salió ella.

Eva salió de la multitud y se posicionó en el centro del campo.

-Bueno, lo hago yo.

Adrián la detuvo poniéndole la mano en el hombro.

-Lo has hecho dos veces ya. Deja que tus compañeros lo hagan.

Ella era la única que se presentaba primero para hacer algo. No le daba vergüenza nada. Cada vez que exponemos un trabajo, todos nos aliviamos al saber que ella daría la primera impresión.

-Pero estamos en un nuevo trimestre, esas dos veces contaban para el segundo.

Adrián arrugó la frente y se dio por vencido.

Terminamos el calentamiento y empezamos a dar vueltas alrededor de la cancha.

Luego de eso, jugamos al fútbol. Pero no era la gran cosa, aunque para jugar un deporte, la mayoría de las veces no necesitas grandes cosas o materiales, la mayoría de las veces se necesitan personas o amigos.

Eva tenía muchos amigos.

En una de estas, se hizo para atrás mirando hacia delante. Yo estaba empanada y ni me di cuenta, así que chocamos.

- ¡Perdón! - Se giró mirándome a la cara, tenía la cara roja.

- ¿Ah? ¡No te preocupes!

Soltó una risita de lo desconcertada que estaba yo.

Una de las chicas se encontraba tirando un penalti. Nosotras sobramos. Ninguna de las dos sabíamos jugar. Estaban todos rodeados alrededor de la portería (que era una línea que lo marcaba, no una portería real) excepto ella y yo, estábamos fuera de ese círculo. No se jugar al fútbol, así que no sabía porque tardaban tanto. Intente decirle algo para romper el hielo.

-Oye, gracias por presentarte voluntaria, a mi casi me elige el profe, ja.

-Ni me di cuenta, la verdad. Pero si eso hace que no te fuercen a hacer el calentamiento ¡pues mejor!

Iba a decirle algo más, pero ya habían terminado el penalti. Íbamos a perdiendo: 1-3

Eva soltó un suspiro.

-Esta clase es infumable. Me voy al baño a perder el tiempo.

<3

Daniela camino hacia mí y me susurro en el oído.

-El profe te está mirando mal, haz algo que no das palo al agua y te está cogiendo manía.

-Me da miedo el balón.

-Otra vez con lo mismo. Tía, que el balón no muerda.

-No muerde, pero si duele cuando te lo tiran a la cara.

Bueno, pues no soy adivina. Y no sabría cómo explicar cómo fue tan exacto todo. Cinco minutos después de esa conversación, empecé a moverme más. Había tenido contacto con la pelota dos veces. Pero se me olvido de que no estoy hecha para los deportes. Álvaro le dio al balón con un movimiento muy forzoso. Le dio con la punta de las deportivas. La pelota se elevó lo suficiente... Lo suficiente para darme en la cara.

Sentí el golpe no solo en la cara sino también en el alma. Me tapé la cara con las manos, pero pude ver a través de mis dedos a todos acercándose. Me estaba muriendo de vergüenza.

No pude más. Me dije a mi misma que no lo haría e intenté contenerme, pero sentí una gota caliente escaparse de mis ojos. Como una gotera. Estaba llorando.

Daniela me dio un abrazo y Sofía me dio un beso en la mejilla. Adrián me dio unas palmaditas de consolación y me dijo que me fuera a lavar un poco la cara. Nunca entendí el propósito de eso. La humillación no se va a marchar. Ni siquiera me dolía, pero tampoco me apetecía seguir jugando.

Subí a los vestuarios y de paso agarre la mochila para cambiarme. Note a Daniela mirándome de lejos. Sabía que ese día no iba a jugar más.

Entré al vestuario y me acordé de que Eva seguía ahí, así que no me sorprendió verla, pero sí verla llorando.

Que irónico. Las dos teníamos la cara roja, una de tanto llorar, y la otra por lo mismo y un balonazo en la cara.

Excepto que yo ya había dejado de llorar, ella lloraba un río.

Me quedé inmóvil, la había visto llorar, pero no de esa manera. No es que estuviera sollozando de una manera exagerada, sino muy sorprendida. Tenía el móvil en la mano mirando fijamente a la pantalla, como si solo ella y su móvil vivieran en este mundo. Ni siquiera se percató de cuando entré.

Cuando por fin levantó la mirada de su móvil soltó un grito ahogado. Me pregunto, muy tímida:

- ¿Qué te pasó? ¿Estas bien?

Me había olvidado de que también estaba llorando.

-Nada, nada. Me dieron un balonazo.

No sabía qué decir. Estábamos en absoluto silencio, si en vez de mañana hubiese sido noche, habríamos escuchado al típico grillo.

- ¿Y a ti? ¿Qué te pasa? No hace falta que me lo cuentes si quieres.

-Mi madre me ha mandado un mensaje. Mi abuela está internada.

ᵉˡˡᵃ...𝙚𝙫𝙖; ʟᴇsʙɪᴀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora