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Los motores sonaban con tanta fuerza que, debajo en el río seco, hicieron eco. La estructura honda de cemento que habían construido para que el río transitara sin problema alguno estaba completamente seco en aquella época del año, calurosa hasta en la brisa nocturna de medianoche. La gente se reunía con luces y música en el punto de partida y desde el puente vitoreaban más y más, manos alzadas, sosteniendo vasos y botellas de cerveza barata. Los gritos no podían ensombrecer al sonido de los motores, eso sí, porque rugían acelerando en su sitio, intentando dar un anuncio de 'te estás metiendo con la persona equivocada'. Hubieron un par de disparos a lo lejos, pero nadie se inmutó; era completamente normal en aquel sito de la ciudad.
Las carreras clandestinas eran el punto de encuentro y fiesta para los adolescentes y adultos viciosos, y aquella noche la carrera se trataba de motocicletas: grandes motos con decoraciones neón, rayones, otras cuidadas como si fueran completamente nuevas. La música, un hip hop sucio y gutural, rebotaba contra las grandes paredes de cemento. Y era algo glorioso para los asistentes y participantes, porque era su elemento. Lo que más destacaba aquella noche era la presencia de dos chicas especialmente versadas en el campo de las carreras, sentadas en sus vehículos con las espaldas rectas y los ojos fijos delante de ellas. Los hombres silbaban y las mujeres gritaban para darles ánimos. Porque era poco común que mujeres participasen en aquel tipo de actividades, sobre todo en ámbitos ilegales. Todos los participantes ocupaban algun casco personalizado para ser diferenciados por la muchedumbre y no ser pillados en caso de que alguien los grabara para denunciarlos a la policía, pero las dos jóvenes brillaban por sus figuras claramente femeninas y los cabellos largos.
JiMin era una de ellas. Su casco tenía orejas de gato y en la zona de los ojos aparecía una sonrisa siniestra que no le dificultaba al ver a través de los cristales. Era la única de todos los motociclistas que no miraba adelante, era la chica que más miraba a su izquierda, donde la otra participante femenina se sentaba sensualmente, aburrida, en su motocicleta: con el largo cabello ondulado, castaño, cayendo sobre su espalda delgada y fuerte. Con el casco de neón y flores de tigre ocultando su rostro. Con la ropa demasiado grande para ella y botas estilo militar con unas suelas tan gruesas que temía morir al ser pisoteada por ella. Era parte de su encanto, suponía, pero JiMin la odiaba.
La chica flor de tigre siempre le ganaba.
Siempre la dejaba en segundo lugar.
─── ¡Y la carrera de la semana la encabezan nuestros tres participantes más recurrentes! ─── exclamó un joven de chaqueta de cuero roja, cabello menta y facciones delicadas ante el megáfono que sostenía con una de sus grandes manos. JiMin sabía lo que se venpia ahora después de ennumerar a los participantes nuevos o no tan galardonados como lo eran ella, el chico a su derecha y la chica flor de tigre. Miró hacia adelante y gruñó con los dientes. Incluso sin el casco hubiera parecido una gatita.─── Tenemos a nuestro shooting guard, el versado del básquetbol que no se rinde ante las motocicletas, ¡SUGA! ─── alguien gritó con tanta fuerza que sobresalió por encima de los demás vítores, una voz grave y juvenil.─── Luego a la señorita más cotizada en la carrera, la que más apuestas se lleva, la que siempre queda en segundo lugar pero está a punto de destronar a nuestra ganadora usual, ¡Baby J!
