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Esta, que ves, florecilla,
esparcida en el papel,
por más que a tus ojos pese,
vive Dios que es un clavel.
                   ━Mariano José de Larra

Nuestras características tenían mucho en común, nuestros sistemas de gobierno, económicos e ideológicos nos unían un poco a los tres. Mi idea era clara, establecer un nuevo orden de las cosas mundialmente por pueblos perjudicados era uno de mis tantos planes en un momento tan delicado como este. Mi trabajo estaba unido junto a Alemania Nazi e Imperio Japonés, dos Estados poderosos y peligrosos al mismo tiempo; ¡mi oportunidad de no estar en problemas! claro, ¿quien quisiera estar de enemigo bajo el ojo de ellos? porque yo no.

27 de septiembre de 1940. Una de mis cercanías a ellos. Me sentía poderoso y a la vez tenso al firmar ese pedazo de papel, pero sabía perfectamente como todo caería ante mí, sería uno de los culpables de todo lo que pasaría, pero mi objetivo era claro y conciso; nada me detendría.

Soy un títere. Uno de sus tantos títeres para llegar a gobernar el mundo. Third Reich era despiadado, una obviedad. Sus planes eran aterradores, sus métodos de tortura igual, esos dientes puntiagudos eran inquietantes.
Era tan sádico, al igual que el Imperio Japonés. Tenía tan enclaro que yo era igual de tenebroso e igual de monstruo que ellos dos por el simple hecho de estar de su lado, pero no quisiera pasar el cruel frío de esta guerra, era momento de actuar de una buena vez.

Tenía que cumplir ordenes. Orden tras orden. Me apartaba un poco de cada uno con cada reunión finalizada, iba a un lugar oscuro a pensar. Quería tomarme mi propio tiempo, planear también mis cosas, pensar en como salir adelante.
¿Fueron muy notorias mis desapareciones de las finalizaciones de las reuniones? Al parecer sí.
Escuchaba pasos firmes acercándose hacia la puerta de madera, pasos acercandose hacia mí. La inquietud consumió mi cuerpo; ¿será Third Reich? ¡maldita sea, me tachará de fraude!
Me levanté nervioso de la silla vieja en la que me encontraba, esperando a que aquella silueta abriese la puerta para encontrarse conmigo. Hubo un silencio, un silencio tenebroso y aterrador.

Los pasos se detuvieron.

Tragué saliva, di dos pasos hacia la puerta, posando mi mano en el picaporte de metal con el objetivo de abrirla, pero rápidamente me interrumpió un golpe del otro lado.
Tocaron la puerta tres veces de forma lenta, y en el tercer golpe se abrió rápidamente, dejándome ver quién era quien tocaba.

Era el Imperio Japonés.

Una mirada seria y muerta se veía en su rostro, ojos que reflejaban maldad y frialdad, una postura firme y fuerte, una altura alta comparada a la mía y a la de Third Reich, y su característico uniforme de militar color verde gastado.
Dio un paso hacía delante, quedando así dentro de la habitación oscura. Pude ver como miraba de reojo a su alrededor, observaba donde se encontraba, miraba a sus costados una y otra vez, como si analizara ese lugar mientras permanecía inmovil sin decir una palabra, inmutandose al ruido.

Sus ojos se posaron en mí.

Lo estaba observando, tratando de estar igual de firme y serio que mi contrario. ¡Que incómodo! ninguno de los dos decía algo, tenía un nudo en mi garganta, me sudaban las manos de una forma exagerada, era muy inquietante su vista tranquila y seria.
A los, para mí, largos segundos ese hombre interrumpió el silencio con su grave y siniestra voz.

¿Por qué te vas tan rápido de todas las reuniones? ━ dijo, inalterable.

Me había congelado.
Nunca había escuchado su voz, sus respuestas cortantes asintiendo o negando con la cabeza eran lo único que conocía de él.

No sabía cómo responder a su pregunta, temía que pensase que soy un traidor, cuando solo quiero tomarme el tiempo necesario para fortalecerme; ¿por qué no podía contestar a su pregunta? no tengo nada que ocultar. ¿Me intimidaba? ¿le tenía miedo? sólo me dediqué a alzar la cabeza y a observarlo, sostenía su postura derecha, sus manos estaban detrás de su espalda, observándome sin preguntar o agregar nada más, sólo esperando tranquilamente la respuesta a su fácil pregunta.
Volví a tragar saliva, apretando mis puños para así contestarle:

◜֢Un jardín de Claveles.¦Imperio Japonés × Italia FascistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora