1/ El llamado de la infancia

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1/ El llamado de la infancia:
En las zonas urbanas/rurales (o cuán a medio construir) vivía un ex combatiente y héroe de guerra llamado Desiderius Soto, un hombre robusto, chato, de semblante grueso, descendiente de una casta militar muy antigua.

Tranquilamente tomaba unas cervezas en el porche, tenía un radio mal sintonizado sonando una alegre marimba; su esposa, estaba tendiendo ropa en el patio, era una Orantes (clan del agua) Nata (Sin poderes) el hijo mayor era un niño de si mucho uno...

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Tranquilamente tomaba unas cervezas en el porche, tenía un radio mal sintonizado sonando una alegre marimba; su esposa, estaba tendiendo ropa en el patio, era una Orantes (clan del agua) Nata (Sin poderes) el hijo mayor era un niño de si mucho unos once años, pero con mucha fuerza y la habilidad de controlar el fuego. Esto de los poderes se mantenía bajo cautela o en secreto; ya que las personas con poderes eran llevadas a la milicia de manera obligatoria en el clan de fuego Soto.

El Hijo mayor se llamaba Gersy Soto, la mediana era Claudia Soto, y el más pequeño Karlos Soto. El militar era muy celoso de su linaje, pero no le pareció importante estar con una mujer orantes (Descendiente del Clan del Agua) a pesar de ese teje y maneje extraño de la vida el hijo mayor mostró solamente capacidades Soto. Aunque tenía una muy extraña, podía generar grandes nubes de vapor.

Gersy como cada mañana, era despertado por su abuelo para ir a la escuela; le ponía unos zapatos negros bien lustrados, su uniforme y su morralito con los libros y cuadernos correspondientes. Gersy era un niño medianamente feliz, debido a que las secuelas que las guerras dejaron en su padre no eran para nada fáciles de sobrellevar.

Su abuelo lo dejó en la puerta de la escuela, se despidió de él con un abrazo y un beso. A ciencia cierta y para ser honestos ese Señor fingía más como padre que aquél militar apegado al licor y retraído.

—¿Hiciste la tarea? —Le preguntó un chico de cabello rizado y piel muy oscura a Gersy; era su amiguito de infancia al cuál llamaban mala suerte, por ser hijo de una Vanita y de un Soto— Es que a mi no se me dio muy bien eso de la mate.

—A mí si. Tomá— le extendió el legajo de hojas donde tenía la tarea. — Copiala rápido que creo que después del recreo la va a pedir.

—Al salir de aquí vamos al barranco en bicicleta.

—Va, pero déjame ir a saludar a la Martita antes.

—Vos andás con esa patoja va— Platicando estaban cuándo la maestra llegó, los sorprendió hablando con el acento guatemalteco muy propio de los Snizel, y los Sad.

—¡Qué bonito ustedes! ¿No saben que esa forma de hablar es propia de los traidores de la patria?

—Perdón maestra.

—Perdón nada, les voy a anotar esto en su registro bimestral.

Las clases de historia eran abrumadoras, todo el peso reacaía en que si se miraba a un triste estudiando se le debía ejecutar públicamente; que sí mirábamos a un Snizel se le debía ejecutar públicamente. Así sucesivamente, el racismo era igual que en los recién pasados años de Aidol Van Hentler. Actualmente el emperador Zorioti era un asiático, que ni siquiera hablaba español el muy cabrón, pero bien había prohibido hablar con el acento Snizel.

Legends 1 La leyenda de Derek Van VielmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora