Creepypasta: The Cheshire Cat.

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Después de conseguir escapar de esos raritos llegué a mi casa, cerré la puerta y me apoyé en ella, mañana recogería el dinero, lo importante es que estaba viva, me deslicé por la puerta blanca despacio, cerrando los ojos y quitándome la máscara. La casa estaba oscura, y yo tenía miedo de lo que había visto en el callejón, tal vez volviera a ser mi insana mente jugándome una mala pasada, tal vez solo fuera de la impresión o que la máscara de plástico era demasiado nueva, seguramente el olor al material y pintura me hubiera atontado, solo necesito mis pastillas.

Caminé tambaleándome hasta mi cuarto, y me quité toda la ropa para ponerme mi pijama de BVB, me senté, mis manos temblaban,vi como de repente mi abuela pasó a mi cuarto, sólo vivía con ella y con mi borracho padre, que bueno... era mi progenitor, eso no se le puede llamar padre, me echa la culpa de que mamá muriera en el parto, digamos que tiene la mano muy larga, sin embargo mi abuela es diferente, me cuida y se preocupa por mí, la verdad creo que es la única persona que tal vez se preocupa por mí.

-Has llegado muy tarde Margo, ¿Dónde has estado?- preguntó mi abuela.

-Ya lo sabes abuela... trabajando- mi abuela no sabía nada de mi trabajo en "el grupo X" y tampoco quiero que se entere, ella piensa que trabajo en el café de la esquina.

Una tos empezó a acosarme, llevé mi mano a la boca, esta se manchó de sangre al instante, esto no puede estar pasando, no otra vez, mi abuela me miró y me acompañó al baño, ahí me lavó la sangre y sacó del maletín medicinal mis pastillas; un pequeño frasco de color ámbar que contenía las drogas que me había recomendado el psiquiatra, es decir; el hombre que me cuidaba en el manicomio.

Sí, estuve en un manicomio, loquero, asilo.. Etc, dejaré el nombre a gusto del consumidor. Fueron solo dos años, entré a los 11 y salía los 13, todo porque yo solía hablar sola o decir que veía a un hombre sin rostro mirándome desde fuera de la ventana, desde entonces en mi colegio no es que me traten precisamente bien, ni mucho menos que pueda disfrutar de un grupo de amigos.

Elevé la cabeza y miré mi reflejo, una chica de 16 años me devolvió la mirada; alta, con los ojos grisáceos y pelo teñido de un tenue color morado que se alternaba en algunas zonas con colores azules. A mí me gustaba, pero a mi abuela no le hizo mucha gracia que hubiera remplazado mi pelo cobrizo por este, pero algo me impulsó a hacerlo, fue pasar por delante de esa peluquería y sentir la necesidad de cambiar algo en mí.

Cuando estuve sola en el cuarto, suspiré, mi cabeza daba vueltas, y un extraño pitido acosaba mis oídos, pero puede ver una figura sin rostro mirándome desde el porche de los vecinos antes de que la oscuridad tiñera mi campo de visión.




****







A la mañana siguiente el estresante pitido de la alarma de mi móvil me despertó, maldije interiormente, hoy era lunes.

Recogí mi cuarto y me dispuse a prepararme para la tortura de ocho horas que llegaría a continuación. Me vestí como siempre; toda de negro. Esta vez llevaba un jersey largo negro, una falda de tablas de mismo color que me llagaba por encima de la rodilla, unas calzas negras y unas zapatillas deportivas blancas, me puse algunas pulseras y mi colgante de la suerte, que consistía en fina cadena con un dije de un gato, me lo encontré en el bosque cuando tenia cinco años, desde entonces siempre lo llevo encima, menos cuando voy a trabajar con el "grupo X", a estas alturas seguramente os estaréis preguntando que es eso, bien, os lo contaré.

Se trata ni más ni menos de una especie de mafia callejera que hay por este distrito, mi trabajo es simple, esconder los cadáveres que mi compañero mata. Me vi obligada a aceptar este trabajo ya que mi padre se gastó todo el dinero de mis estudios en alcohol.

ᴛʀᴇs ᴄᴏʀᴀᴢᴏɴᴇs ᴘᴏʀ ᴜɴᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora