Prólogo

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Corría el año 1864, Londres estaba tan nublado y lluvioso como suele estar acostumbrado a estar en pleno mes de abril, y miles de vampiros poblaban la solitaria ciudad. Caía la noche y con ello todos salían a sus diversos lugares de interés (desde discotecas de moda, hasta bancos de sangre y estudios de tatuajes) no es que los vampiros y los humanos no se juntasen, si lo hacían, pero aparte de que no estaba bien visto, podía llevar no solo a la cárcel si no a la muerte, solían tener vidas completamente diferentes, unos los hijos de la luna y otros los hijos del sol, condenados a estar separados y destinados a encontrarse por lo que decían muchas leyendas. A veces cuando un vampiro y un humano mantenían relaciones sexuales estas daban fruto a híbridos, seres medio vampiro medio humanos, con todas las cualidades de los vampiros pero sin sufrir la terrible maldición del sol y la luna, es decir no estaban condenados a vagar en la oscuridad de la noche ni a alimentarse de sangre, en cambio contaban con la rapidez, la fuerza y distintos poderes mentales que caracterizasen a su linaje, cada linaje tenía un poder diferente y habían algunos capaces de destruir ciudades enteras. Campaban a sus anchas por Londres sin que nadie les reconociese, pasaban desapercibidos entre los humanos, escondidos entre las sombras y la luz, luchando cada día por no ser descubiertos y asesinados como la mayoría de los de su especie, ya que para el gobierno si los vampiros representaban una amenaza, los híbridos eran la peor de las abominaciones. Al llegar la noche todos los locales vampíricos abrían y los humanos cerraban, la policía no tenía nada que hacer en cuanto oscurecía porque la calle era de los vampiros y todos los humanos tenían que volver a sus respectivas casas en cuanto sonase la campana que anunciaba el toque de queda. Algunos híbridos salían por la noche y se arriesgaban a ser descubiertos, ya no solo por experimentar la vida inmortal si no con la esperanza de descubrir quién era su padre y ese último era mi caso.

Me llamo Void, no recuerdo casi nada de mi infancia, solamente lo que me han contado mis padres adoptivos. Según ellos, y obviamente los que trabajaban en ese entonces en el orfanato, me encontraron en la puerta de este la noche en que nací. Era muy común en esa época, por desgracia, encontrar a bastantes niños recién nacidos en orfanatos. Los que trabajaban allí lo ocultaban porque si no sabían que el destino de esos niños era la muerte, ni siquiera llevaban un registro, era tan peligroso, pero tanto que acabaron cerrando todos los orfanatos de Londres (por decirlo de alguna manera que lo suavice) porque el Gobierno descubrió lo que estaba pasando y decidió quemarlos todos con las personas aún dentro, sin previo aviso, ese era el tipo de caza que te daban por ser diferente. Día tras día tanto mis padres como yo teníamos miedo de que el que tocase en la puerta no fuera el cartero, si no alguien que me apuntase con una pistola a la cabeza, que tampoco me haría mucho daño, pero claro, en aquel entonces eso yo tampoco lo sabía, lo acabé aprendiendo a la fuerza con el paso del tiempo, pero tampoco quiero adelantarme en la historia. Como iba contando, cuando mis padres me sacaron del orfanato, ellos ya sabían que yo era diferente, pero nunca hicieron distinción conmigo ni me vieron como la aberración que todo el mundo pensaba que éramos y es que las noticias tampoco ayudaban mucho, nos pintaban como monstruos sanguinarios sin miedo a nada y con ansias de matanza, cuando en realidad la mayoría ni siquiera bebía sangre porque no era necesario para que subsistiésemos, si había quiénes lo hacían pero era por puro placer de vivir la vida inmortal, aunque no cambiaba nada si no te pasabas de cierto límite, simplemente te hacía menos humano al paso del tiempo. Había leyendas de híbridos que de tanto beber sangre humana acabaron cometiendo las peores matanzas de la historia, pero lo dicho, son solo leyendas o eso creía. 

Bloody BrotherhoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora