Supongo que os incomoda (o no, a mí me incomodaría, pero cada uno a sus pensamientos) que siga contándoos esta historia de mi vida sin saber nada de mí.
Bien.
Mi nombre es Lena y tengo 19 años. Nací en Rusia porque mi padre vivía allí pero a temprana edad nos mudamos a España con la familia de mi madre.
Yo siempre fui una niña feliz, sin muchos amigos pero con unos padres que me querían mucho, y así, poco a poco fui creciendo hasta que tuve que parar y madurar en un instante.
Con 13 años mi padre fue acusado de traficante de grandes mercancías y acabó entre rejas. Mi madre, debido a esto, acabó derrumbada y por inercia yo también, pues el único sueldo con el que contábamos era el de mi padre y con todo esto, nos quedamos sin nada.
Recién cumplidos los 16 encontré (busqué como si mi vida dependiese de ello [que lo hacía]) un trabajo de camarera (la que limpia las mesas y los baños, para qué mentir) en Ranchitos, un bar de carretera en las afueras de mi ciudad.
Tenía miedo porque sabía qué tipo de gente acudía a este bar (extrañamente situado al lado de un prostíbulo), sin embargo, no tenía elección. Necesitaba el dinero y me daba igual de qué forma (igual, igual tampoco no).
A estas alturas os preguntaréis que como acabé en el mismo bar en el que trabajaría Mase. Pero no es exactamente coincidencia.
En el primer día todo parecía ir bien; llevaba una bonita sonrisa puesta para los clientes, (el stray antipegajosos) y un uniforme espantoso, pero me hacía buen culo, así que no estaba mal del todo.
Pasaban los días y nada malo sucedía, así que dejé de tenerle miedo a ese lugar. Había clientes que me hacían ameno el trabajo, otros que piropeaban demasiado pero me tenían respeto ante todo y bueno, era divertido ver como Hugo, el encargado y dueño de un bar más joven pero fuertudo que he visto en mi vida, ponía de patitas en la calle a los borrachos que se pasaban de la raya.
Pero los problemas llegaron cuando los clientes habituales dejaron de serlo, y el bar poco a poco se deterioraba. Los empleados (Sara, Alex, Sergi, el propio Hugo y yo) comenzamos a quejarnos por el poco dinero que ganábamos mientras veíamos que pasaban las horas y nadie entraba; mi única esperanza de sacar a mi madre y a mí adelante se desvanecía.
Hugo, pocos meses después, cerró el bar. Todos nos quedamos sin nada y yo me quise centrar en encontrar amigos y buscar otro trabajo.
El estrés de encontrarme sola y sin apenas dinero acabó conmigo por completo. Y el poco dinero que entraba a mi casa lo gastaba en "drogas" que hacían calmar mi "dolor".
Y quien dice drogas dice medicamentos.
Y quien dice dolor dice hastío."Lena. Lena. Lena".
- Lena, LENA, DESPIERTA.
- Coño, me has asustado. Hola.
- Estabas hablando sola, ¿estás bien?
- Sí, sí. Solo... hablaba un poco conmigo misma.
- Cada día se te va más la cabeza... ¿Se te hace un café?
- ¿Qué pregunta es esa? Siempre se me hace un café.
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Tú, siempre inalcanzable.
Teen Fiction"¿Sabes de esa vocecilla interior que te dice que estás malgastando tu vida?".