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Neal, había dejado una nota, cuando su esposa despertó, no se la dejo a ella pues seguía durmiendo en la habitación privada de la duquesa, por lo que pidió a un sirviente que se la entregara:
"Estoy en Bristol, arreglando unas cosas de mi hermana, regreso por la mañana del baile de Hastings."
Eso era en dos días, tenía dos días libres de un fracasado matrimonio.
Desgraciadamente para ella, su hermano Anthony, entró como un tornado en la habitación. Christine estaba arriba, en sus habitaciones privadas, donde se suponía que no debía recibir ninguna visita, así que prefirió no pensar en cuántos sirvientes habría golpeado Anthony por el camino.
Estaba furioso, y Christine sabía que no debía provocarlo, pero le encantaba ver como se fastidiaba su hermano.
— ¿Cómo has subido aquí? ¿No tengo un mayordomo?
— Lo tenías – gruñó él, parecía que estaba a punto de humear por las orejas – ¿Dónde está?
— Aquí no, obviamente – no tenía ningún sentido mentirle a Anthony, si ya sabía la verdad de su matrimonio fracasado, seguro lo mataría cuando lo encontrara, pero si era otro problema entre ellos, seguro lo mataría hasta que regresara
— Voy a matarlo
Christine se levantó de un brinco.
— ¡No, no lo harás!
Anthony, que hasta ahora se había quedado junto a la puerta con las manos apoyadas en las caderas, avanzó hacia ella.
— Antes que se casara contigo, le hice una promesa a Spencer, ¿lo sabías?
Christine agitó la cabeza en negación.
— Le recordé que había estado dispuesto a matarlo por arruinar tu reputación y que se preparara si se atrevía a romperte el corazón
— Y estoy segura de que no lo ha hecho, Anthony – se cubrió el abdomen con la mano – Todo lo contrario, más bien, estoy segura de que mi matrimonio va de maravilla
Sin embargo, nunca pudo saber si a Anthony le extrañaron sus palabras porque él estaba mirando fijamente el papel encima de la mesa.
— ¿Qué es eso? – preguntó
Christine siguió la dirección de su mirada y vio la pequeña nota del paradero de su esposo.
— Nada – dijo, cogiendo las pruebas
— Le estás escribiendo una carta, ¿verdad? – la oscura expresión de Anthony se volvió amenazadora – oh, por el amor de Dios, no intentes mentirme. Vi su nombre en el encabezamiento.
