El día que una parte de mi murió

10 0 0
                                    

En esa noche helada de otoño, justo cuando empezaba a soñar, la realidad llegó y me vio a los ojos; burlona, carente de lastima. Camino sobre mi esperanza, haciéndola añicos, causando un dulce dolor del cual me había hecho adicto, y termino abriéndose paso entre las heridas que aún no lograban sanar; quede entonces, expuesto, desnudo ante aquella verdad que me negaba a aceptar aún en mi innegable miseria.

Y así, con el cielo nocturno como único testigo de aquel momento de desgracia pura, dejé que mis emociones fluyeran terminando de convencer a mi corazón de que nada iba a cambiar, de que lo único que había experimentado había sido una ilusión pasajera, casi fugaz, que había creado en base al anhelo inquietante que aún se aferraba a mi.

Y sin darme cuenta la tristeza hizo acto de presencia; lágrimas saladas comenzaron a caer lentamente por mi rostro, nublando así mi vista, como si quisiesen hacerme conciente de lo que estaba viviendo; y en un intento desesperado para ocultar mi dolor, cubrí con una mano mis ojos, y con la otra mi boca, queriendo silenciar un sollozo amargo que se escapaba de entre mis labios, casi como un lamento frustrante.

De ese vinieron varios más, hasta que me fue imposible hacerlos callar, entonces ya no pude negarlo más. Caí de rodillas rendido, me encontraba temblando y ahora el llanto se había intensificado tanto que no me permitía respirar, solo pude abrazarme a mi mismo, esperando que todo terminase. Fue ahí cuando comencé a sentir mucha lastima hacía mi persona, por qué ahora sin duda alguna, me había vuelto patético.

Entonces todo acabo.

MomentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora