Trazos de amor

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Algo que Anya había aprendido del segundo, era que por algún motivo, si le hacía algo él se pondría nervioso.

¿Por qué? No tenía la menor idea, pero era divertido.

—Pincho.

Cuando ella toca su costado, el Desmond sufre alguna clase de violación nerviosa que sacude su cuerpo y, reaccionando casi violento, se aleja de inmediato de ella.

—¿¡Qué-

Si no fuera ella habría estado muy enojado.

Un resoplido es suficiente para eliminar la molestia causada por su pinchazo; aunque ahora su corazón latía cual tambor.

—¿Ahora qué haces?

Damian miró por los pasillos del lugar, buscando a Becky, amiga de Anya, o a alguno de sus dos amigos.

Pero ese día no había ninguno de ellos.

—¡Quiero leer!

Orgullosa mostró el libro que había llevado desde siempre en su mano izquierda. En su cara reataba una torcida sonrisa de superioridad.

—Ya era tiempo que leyeras un poco, así no preguntas cada nada por el significado de una palabra.

—Ugh-

Pero el Desmond sabía dónde atacar.

Cuando el de ojos avellanas ve el titulo del libro, alza una ceja en curioso interés.

—¿Romeo y Julieta?

—Oí que se mueren al final.

Una sonrisa algo siniestra se hizo presente en la bonita cara de su interés amoroso, Damian solo rodó sus ojos y alzó sus hombros.

—Entonces vas a la biblioteca ¿no?

Él continuó caminando mientras ella seguía su paso, caminando hombro a hombro.

—Sí. Oí que los jueves no va mucha gente.

—Normalmente todos tienen clases privadas los jueves, es verdad.

Otra mirada de superioridad aparece en Anya mientras lo mira.

—¿Y el segundo no tiene clases privadas? ¿Tanto irritas a tus profesores?

Cuando él abre una de las dos puertas de la biblioteca, educadamente permite que ella entre.

—Tengo los lunes, martes, miércoles y sábados.

Su mala cara le pareció encantadora al castaño.

—¿Para qué el lapicero?

Ahora él la seguía mientras ella se ubicaba en alguna de las distintas mesas que se encontraban dispersas en la biblioteca de la academia.

—Pensaba tomar algunas notas.

Damian la mira extrañado, incapaz de decidir si debería continuar la conversación.

Algo a tener en cuenta es que ellos muy rara vez hablaban.

A pesar de ser conocidos de años, las veces que han entablado conversaciones como la que llevaban, eran seriamente pocas, por no decir nulas.

No, mas bien las veces que habían estado solos eran casi nulas.

Como la conversación no siguió, ambos caminaron hasta que ella decide un sitio.

Al ver que ella iba a tomar asiento, el Desmond se adelanta y le permite acceder más fácilmente a la silla, cosa que ella agradece para luego, aún con su ayuda, se pueda sentar mas cómodamente.

Es entonces que Anya cae en cuenta de la rareza de la situación.

¿No estamos hablando mucho?

Cuando vuelve a verlo, él había tomado asiento y puesto un par de libros sobre la mesa.

B-, Bueno, es mejor así a que ande insultándome con su grupo de amigos.

Damian no ha dicho ni una sola palabra mala sobre ella.

El verlo sentando a su lado generó preocupante ansiedad en ella, quien empezó a mover su lapicero con nervios.

—¿No leerás?

Se asusta un poco cuando le habla de la nada, pero empieza a asentir.

—Sí, sí.

Cuando abre el libro, sí bolígrafo cae de su mano y tras picar en la mesa, cae al suelo.

—Ah.

Ella intenta ver donde cayó, pero no alcanzaba. Apresurada se levanta de la mesa, tumbando el libro que leía y ampliando el problema.

Cuando se agacha a recoger el libro, apenas es capaz de aguantar la vergüenza que pasaba al saber que el segundo estaba a su lado.

Apretó con fuerza el libro y suspiró.

Damian al ver que ella había dejado caer su lapicero, empezó a buscarlo inmediatamente.

Al parecer había caído debajo de la mesa, así que se agachó para recogerlo tan pronto lo notó.

Vio y oyó cuando ella se levantó y tiró su libro al tiempo, pero él iba por el lapicero.

—Fíjate lo qué haces.

—S-, Sí...

Toma el lapicero y despacio se gira hacia ella mientras se encorva.

—El lapi-

Calló.

Sus hombros se juntaron cuando él salió de debajo de la mesa con el lapicero, y su cercanía se acortó en respuesta.

El silencio reinó mientras él quedaba embobado en sus ojos verdes, analizando todo lo que podía su belleza.

Anya quedó congelada por los nervios.

Nunca había tenido a una persona tan cerca a ella. Estaba vuelta una bolita de incongruencias.

—Yo...

Puedo notar un sutil acercamiento por parte del joven, así que inconscientemente se acercó un poco más ella también.

Sus alientos se mezclaron rápidamente gracias a su cercanía y sus labios estaban próximos a tocarse.

De no ser la puerta de la biblioteca abriéndose de un portazo, ellos habrían repetido la acción.

—¡Damian-sama! ¡Hoy podré ayudarlo con sus estudios!

En medio del repentino suceso, Damian se levanta de inmediato, dándole un cabezazo a la mesa, pero esto no lo detuvo y se paró firme a ver hacia su amigo.

—¿No tienes clases privadas?

Él, Emile Elman, sonrió satisfecho.

—No pudo con mi inteligencia.

El profesor abandonó porque no le entendía.

Damian río entre dientes mientras negaba, al tiempo que con mucha sutileza miraba hacia el lugar donde compartió con Anya su espacio personal.

Ella no estaba por ahí, había huido.

Suspiró al caer en cuenta, algo aliviado. Su corazón parecía iba a sufrir un ataque si seguía con ella.

Entonces miró su mano, donde estaba un lapicero que no era suyo.

—Ah.

[ F I N ]
















—¿? ¿?

Anya corrió sin rumbo por la academia, sin lograr pensar ni lograr oír algún pensamiento.

Estaba completamente en blanco.

Ni en cuenta había caído que no tenía su lapicero y que su libro estaba siendo arrugado por la presión que ella ejercía sobre las hojas mal ubicadas con la portada del mismo, generando así marcas imborrables.

Pero no importaba. Lo que sin duda pensaría si tan solo pudiese, sería:

¿¡Qué fue ese beso!?

Trazos de amor - DamiAnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora