Kirishima Eijirō, pelo de mierda, se había propuesto llevar al límite la paciencia de Gogo. Paciencia que tiene que buscar de todos los lugares posibles, porque nunca fue conocido por ser paciente.
Se tomó muy en serio el querer invitarlo a almorzar desde que lo vio patearle el trasero al nerd raro la última vez, escupiendo monólogos sobre la masculinidad y tonterías del mismo calibre. Basura para los oídos del rubio. Tenía mucha suerte de que Aizawa tenía sus ojos sobre él todo el tiempo, porque estaba a dos segundos de seguir sus instintos y golpear su cara de cachorro con una explosión.
Siguiéndole el juego, estaba el cara de tonto, la rata que lanzaba rayos y se volvía idiota al quemarse el cerebro (¿Pikachu barato, quizás?). Parecía carente del sentido de la supervivencia, porque, valentonado por la energía del pelirrojo, empezó a intentar abrazarlo solo porque se percató que le hacía enojar. Aún con la sonrisa forzada, su cuerpo empezaba a temblar y su ceño se fruncía de forma amenazante. Nunca estuvo muy acostumbrado al contacto ajeno, no de quienes que acaba de conocer apenas unos días, claro. No le jodía que su padre y tíos lo tocaran, o si al par de imbéciles que tenía de amigos que conocía de toda la vida lo hiciera. Y, aunque ya le dijo que pensaba escupirle en la cara como siguiera jugando con él, la rata eléctrica solo sonreía y se alejaba unos minutos antes de volver a molestarlo, siguiendo un ciclo de hostigamiento que bien podía compararse con un juego infantil. Cara plana (cintas, decidió cambiarle el apodo después de ver su quirk en acción) a veces uniéndose al rubio eléctrico con pequeños chistes y comentarios, pero lo suficientemente sabio como para no tocarlo en lo absoluto.
Y es que, dentro de todo, Gogo no los estaba alejando. Eran molestos, si, pero no al punto de ser insufribles. Y, no sé podía mentir, a veces su sonrisa no se sentía forzada cuando pelo de mierda empezaba a usar ese estúpido apodo o cuando la rata eléctrica se reía de forma nasal e incluso, cuando cintas ponía esa mueca exagerada que rozaba lo gracioso. Además, debía de aceptar que su insistencia había captado el interés del rubio. Incluso lograron encontrarlo en la azotea durante el almuerzo, un sitio en el que había esperado nunca lo encontrarían. Pelo de mierda y cintas hicieron el amago de primero preguntar si podían acompañarle antes que el tercer idiota se sentara junto a él, alabando el buen olor de la comida casera que estaba comiendo.
Gogo llegó a la conclusión de que eran idiotas, pero no los odiaba. Solo por eso les permitió tener el privilegio de acercarse (aunque fingirá que le desagrada por el momento).
Lo que si le desagrada era la mirada verde sobre su nuca. ¿Es enserio? ¿La mierda verde se sentaba detrás suyo? No se había fijado que la cabeza de brócoli estaba ahí hasta que la incomodidad empezó a perforar la piel y sus escasos vellos se erizaron en consecuencia.
¿No tenía otro lugar al que mirar? ¿Como la pizarra que tenía delante? Podría haber creído que era su imaginación si sus sentidos no le avisaran constantemente que el nerd de hecho si lo estaba mirando, casi acechando. Pero pasó desapercibido por el resto, porque ni siquiera Aizawa le había tomado importancia.
Su paciencia no es infinita pero golpear a un imbécil no lo llevará a ninguna parte. Pero las ganas no le faltaban, era como si estuviera tocando un nervio oculto que le exigía romperle la cara de bebé una y otra vez hasta estar satisfecho.
—Hey, maldito nerd.
Su voz salió lo más tranquila que pudo en esas circunstancias, contrastando con el claro insulto que le estaba haciendo al espeluznante tipo que tenía detrás suyo. Volteó a verlo, sus ojos verdes se abrieron sorprendidos, bueno, era la primera vez en lo que iban de ciclo escolar después de esa mierda de conversación que Gogo le dirigía la palabra. Incluso juró que el malnacido tenía la audacia de suspirar de alivio cuando lo llamó, un brillo extraño reflejado en los irises.

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Gogo [en edición]
FanfictionEl Programa de Rehabilitación de Villanos no era muy conocido. De hecho, ningún héroe realmente hacía uso de aquella ley hecha precisamente para pequeños villanos, niños que necesitaban ser guiados por el buen camino, hacia el bien por el que todos...