Parte Uno

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     Faltaban quince minutos o un poco menos para que el último show por Latinoamérica terminara. Tal como había hecho en cada presentación, ansiaba que el momento de lanzarse al público llegara mientras entonaba las canciones que sus fans aclamaban, una tras otra, escuchando a su público exclamar las letras que con tanta dedicación durante tanto tiempo había escrito.

     Más de una vez se acercó a interactuar con sus fans, ya sea para levantarles el dedo medio y observar con diversión como se echaban a reír y gritar, o para leer uno que otro letrero que con tanto amor sus chicas llevaban. Eso era la magia de dar shows en vivo: Él podía sentir la energía auténtica y buena de la gente. Su amor.

     Todos estaban allí por él y solo por él, y eso le sacaba una que otra lágrima de orgullo y felicidad. Porque lo logró, él lo hizo. Lo cumplió.

     —¡Esta noche han estado increíbles!

     El público hizo una ovación.
Él observó las luces de los celulares, a las chicas que tenía más cerca. Cantar para sus fans y ofrecerles un show también garantizaba que ellas le darían un show a él. Siempre hacían cada presentación mágica y única.

     —¡Esto es Kill My Mind!

     Si bien Louis siempre anhelaba que la canción llegara porque así tendría el pretexto perfecto para lanzarse a sus fans y disfrutar de su cercanía (además de joder un poco a sus guardaespaldas), ésta noche lo anhelaba por una sola cosa:

     Desde el comienzo del show, en las primeras dos filas, un chico que sobresalía en la multitud por su estatura estaba observándolo. Entre el cambio de color en las luces y la oscuridad del recinto pudo ver que unos rizos chocolatozos y brillosos daban forma a su cabello, cayendo irresistiblemente por su frente. Unos ojos que no sabía muy bien si eran verdes, azules o cafés también habían llamado su atención; Toda la gente en el público lo miraba a él y solo a él, pero la mirada de aquel chico, su sonrisa y la manera que tenía para bailar sus canciones era única.

     Vibraba diferente a los demás, o quizás era solo que la estructura fuerte de su rostro le había gustado. Y mucho.

     Mierda, bendito cliché.

     Había notado a alguien en medio del público que le gustó. ¿Qué faltaba ahora? ¿Invitarlo a tener una cena cliché? ¿Pedirle su número de teléfono para después perderlo entre la inmensa cantidad de contactos que abarrotaban su agenda?

     El momento más esperado por las fans llegó, y también el más esperado por él. En el último tramo de la canción bajó del escenario y se lanzó primero a una multitud de gente que le tocó el cuello, los brazos y las mejillas. La sonrisa inevitablemente se le dibujó en el rostro al escuchar la euforia arañar sus gargantas solo porque estaba cerca de la gente, porque les cantaba.

     Sus guardaespaldas lograron apartarlo de las fans y como siempre, logró escaparse de los anchos brazos de aquellos hombres para correr hacia el otro lado y lanzarse con su gente de nuevo.

     La diferencia radicó en que esta vez se lanzó justo frente al chico que le había llamado la atención desde el comienzo del concierto, porque al saber que jamás lo volvería a ver, deseaba que al menos lo tocara. Deseaba saber cuál era el sonido de sus eufóricos gritos. El tacto de sus manos.

     Y no se arrepintió.

     Tal vez él no fue del todo ruidoso cuando se acercó, porque nunca escuchó una voz varonil aclamar por él cuando trepó las vallas de contención para lanzarse el público, pero sí lo observó sonreír ampliamente y estirar sus manos a tocarlo.

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⏰ Última actualización: Aug 02, 2022 ⏰

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