Llevaba horas palpando todo aquel rostro, lo tocaba con la yema de sus dedos, masajeando, explorando, explorando cada centímetro de este, no solo con sus dedos, también con su mirada, buscando las imperfecciones, las cosas que no estaban bien, tocaba la frente y no encontraba nada, inspeccionaba con cuidado los pómulos, seguida sin encontrar nada, decidió mirar aquella sonrisa, los dientes y los labios, seguía sin ver nada, al igual que al palpar la nariz, no encontraba nada.
Luego de unos minutos, aquel hombre se retiró los guantes de látex, decidió sacar una cajetilla de cigarros y su encendedor de los bolsillos de esta bata de hospital que tenía aquella inscripción bordada con tal cuidado y meticulosidad que sin duda demostraba que no era algo banal aquella bata, al menos no para aquel hombre de treinta y tantos.Puso el cigarro en su boca y aquel encendedor, protegiéndolo con su mano del viento, aunque no lo hubiera, luego de dos intentos encendió este y comenzó a fumarlo, lo único que sabía era que aquel rostro no era de agrado, según las palabras de él mismo, era agraciado aquel rostro, tenía buenas facciones y una expresión plácida, además de una sonrisa encantadora. Médicamente sentía que no había nada que corregir allí realmente, sin embargo y contra toda lógica humana luego de terminar de fumar su cigarro y soltarlo. Él llegó a una inevitable aunque obvia conclusión, no había imperfecciones por que todo en aquel rostro era imperfecto y no se podía arreglar, debía removerse, intentar reemplazar todo ese rostro.
Cuando la colilla del cigarro tocó el lavado, aquel hombre puso el bisturí y el encendedor al lado del grifo, abrió la llave comenzando a lavar sus manos, para luego hacerlo propio con aquel rostro, al terminar pasó el filo del bisturí por el agua, acto seguido cerró la llave y lo calentó hasta que el agua se evaporara, lo tomó con firmeza pero delicadamente empezando por introducir el filo en el borde de la barbilla y subiendo por todo el costado de la cara por su lado derecha, lentamente pero sin duda, aquel hombre vivía un infierno, más allá del dolor físico que producía aquel acto de automutilación el infierno dentro de él era aun más insoportable, a medida que avanzaba en aquella tarea tan dolorosa solo venia a su mente gran parte de su vida, en la que había estado siempre acompañada por grandes personas, grandes amigos, en su mayoría de estos se hayan riendo y bromeando, pero todos estaban acompañados, él sin embargo siempre estaba solo, siempre rechazado, siempre cuando veían aquella cara... esa cara que pronto desaparecería todos veían a un amigo,a un compañero alguien confiable, animado y extrovertido, pero que nadie parecía poder, querer o intentar amar. Aquello, todo aquello lo había llevado a ese baño del hospital donde había vivido y trabajado gran parte de su vida adulta, en donde ahora estaba mutilando su cara con tal destreza que pareciera no sentir ningún tipo de dolor. Estaba tan absorto en la tarea que apenas escuchaba los golpes en la puerta de aquel baño y los gritos de sus amigos preguntando si se encontraba bien a través de esta, llevaba la mitad del trabajo y no tenía ni intenciones ni ánimos de detenerse, al avanzar se dio cuenta que toda su vida había sido igual, era querido, apreciado pero no amado, siempre fue el pilar y el mejor amigo de todos, el alma del grupo decían sus amigos, pues siempre los revivió y reanima a seguir sin importar lo demás, pero él se había cansado, cansado de todo, de todo el dolor que sentía, de esa soledad tan abrumadora y profunda en la que se había perdido.
Había terminado... Por el filo del bisturí al igual que por su mano corría aquella líquido tibio de un tono carmesí más brillante de lo normal, decidió ver una última vez aquel rostro, que estaba empapado en sangre para luego retirar la piel de este y la tiró a un lado con tal acto de desprecio y repulsión por esta que parecía que se había quitado algo que le pesaba de tal manera que jamás hubiera tenido suficiente tiempo ni palabras para expresar lo que sentía, dirigió una mirada a su nuevo rostro, sin cara, solo músculos y tendones, al admirar un instante sonrió, estaba complacido, complacido e inmensamente feliz, el dolor dentro de él se había esfumado, ya no había cara, no había problema, el dolor físico seguía, pero era más soportable que lo que le quemaba por dentro durante tantos años.
"Y habia terminado...?"
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Menos de 1000 palabras dicen más que una imagen
AléatoireEsto señores es una compilación de un reto personal que me a ayudado enormemente a mejorar como escritor, simplemente y sin ofender a ningún fotógrafo, no puedes transmitir lo mismo que hacen 1000 palabras con una simple imagen. Ya dicho lo anterior...