Late May

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Beomgyu

Nuestro nuevo lugar no iba a ganar ningún premio por su atractivo o diseño interior. Ni siquiera iba a recibir una de esas placas de embellecimiento "oye, lo has intentado" que la ciudad parecía conceder a cualquiera que plantara un arbusto o dos en el perímetro de un aparcamiento. Pero estaba a poca distancia de la Universidad y era seguro, y mis padres habían pagado cincuenta dólares más al mes por él que por otro que habíamos visto al otro lado de la ciudad. No les entusiasmaba que Yeonjun y yo viviéramos juntos, pero mi madre se pasó explicando que no tenía nada que ver con Yeonjun. Lo entendí, pero aun así le dije que no había alternativa; tanto si vivía cerca de la U como en Tombuctú, sería con Yeonjun.

—¡Beomgyu! —Salió nítido de la boca de Yeonjun, lo que significaba que ya me había dicho algo más de una vez.

Levanté la mirada de donde me había me quedado concentrado, medio en su culo y medio en el maletero de su Jeep, mientras se inclinaba hacia él y sacaba una caja abierta y desbordante de libros de texto, ropa y cables - nuestra versión de empacar no era muy profesional-. En su rostro había una sonrisa, la que yo denominaba internamente como de nivel 1c, nivel de amenaza moderada. Cualquier cosa superior a eso significaba que probablemente tendría los pantalones por los tobillos en cuestión de minutos.

—Tu rueda trasera derecha parece un poco baja. —le dije.

—¿Sí? ¿Vas a tapar la fuga con esa erección? —Me miró de reojo la entrepierna, y mi mirada se dirigió naturalmente hacia abajo para ver si mi pene estaba armando un escándalo detrás de mis pantalones. Lo estaba, pero de momento no tenía importancia. Lo solucionaría luego.

Le hice un gesto de desprecio. —Puede que sí.

—Bueno, ¿qué tal si abres la puerta primero?

Gruñí y saqué la llave de mi bolsillo, luego busqué mi teléfono también, cuando empezó a sonar.

—¿Ya estás dentro? —preguntó mi madre cuando contesté.

—Literalmente, abriendo la puerta. Hasta ahora no nos han asaltado, nadie nos ha ofrecido drogas, y Yeonjun aún no ha empezado a destruir paredes, así que creo que estamos bien.

—Eres terrible, ¿lo sabías? —Pude escuchar la sonrisa en su voz.

—Estaré destruyendo ese culo en unos treinta minutos. —murmuró Yeonjun contra mi otra oreja al pasar, su voz ronca un sucio presagio mientras pasaba junto a mí y atravesaba la puerta con la caja.

—¿Qué es eso? ¿Es Yeonjun? —El tono de mi madre se iluminó mientras me acomodaba—. Saluda a Yeonjun de mi parte.

Me ahogué en una carcajada y me aclaré la garganta, llamando tras él.

—Mi madre dice que no puedes destruir nada —La risa de Yeonjun sonó en el pasillo mientras lo seguía adentro—. Dice hola, mamá. ¿Puedo llamarte más tarde? Estamos en medio de una carga.

—No hace falta. Llámame cuando te hayas instalado. Sólo quería pedirte una foto de los dos delante de la puerta.

Gemí. —¿De verdad?

Puso su voz aguda, esa que era como una tachuela destinada a navegar limpiamente a través de cualquier resistencia. Y maldita sea, era buena en eso.

—De verdad, hijo. Toma la maldita foto y envíala a tu pobre madre. Es un rito de iniciación.

—Puedes ponerla junto a la mía en mankini. —dije, y cuando Yeonjun volvió a salir, lo agarré del brazo y tiré de él frente a la puerta.

—Para la posteridad. A petición de mi madre.

High School Lust 《Yeongyu》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora