Mi hijo sacó a pasear al perro.
Desde el principio sospeché de sus verdaderas intenciones. Pero no le creí capaz.Cuando volvió, constaté con temor que había tenido razón.
-¿Por qué lo hiciste?- Le grité.
-¡Era mi perro! Tenía derecho a disponer de él.-Pero no tenías que soltarlo. ¿Ahora que vamos a comer?