Dulce como chocolate

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El ambiente en ese taller no le permitía trabajar. Era tan frío, solitario y silencioso cual pico de una montaña, era un lugar que parecía desconocido a día de hoy.

No lo entendía, había pasado tanto tiempo en aquel taller que ya era como su segundo hogar, sin embargo ahora lo encontraba extraño. Notaba el aire familiar, pero faltaba algo, ese taller se sentía inhóspito. El aire le susurraba un nombre que no podía comprender, mientras que la brisa fría en su piel, le hacía notar que a su piel, le faltaba calor.

Dejó el destornillador en la mesa y rumbo a la máquina de bebidas, instalada hace no mucho, se notó vagando en sus pensamientos, sumida en un sentimiento vacío, que esperaba fuera sólo falta de calor corporal. Oprimió unos cuantos botones y esperó a que aquella máquina le suministrase su bebida selecta, el chocolate.

Todavía recuerda las ocasiones en que su madre, ya sea como recompensa o consuelo, le proporcionaba una taza de aquel líquido caliente. Recuerdos vagos, pero sensaciones tan vívidas que solo le sugerían que la falta de calor no era lo único que le inquietaba del sitio.

Sorbo tras sorbo, sus labios empezaban a tomar calor, mientras que el olor del cacao y notas de canela acobijaban sus inquietudes, dándole un corto descanso a su realidad.

Sin embargo ese frío en la habitación permanecía engorroso e insidioso. Comenzó a preguntarse si la calefacción estaba averiada —pero si la acabé de encender.— recordó tras surgida la duda. Quizá era mejor cesar con su labor e ir a acomodarse entre las sábanas de su dormitorio. Esta idea la consternó, pues jamás en toda su estancia en la académia había considerado dejar el trabajo de lado. Algo la inquietaba, no era que no quisiera trabajar, solo no se sentía en condiciones para ello.

¿Estaba enferma? Para nada, se encontraba en el mejor estado, su sistema inmunológico siempre ha sido excepcional, pero justo ahora...

¿Estuvo enferma toda su vida? era una pregunta absurda, que descartó al instante. Probó otro sorbo de su chocolate y revisó el calefactor, que efectivamente estaba encendido, por lo que se dirigió a continuar con su labor.

El silencio del taller fue interrumpido por el chirrido característico de las bisagras de la puerta abriéndose, a su vez que unos pasos ligeros e impávidos se dirigían hacía ella. Era ese chico que ya conocía pero no recordaba su nombre, no es que no quiera, solo que nunca fué buena para memorizar los nombres de las personas.

—Perdón si te interrumpo Hatsume, vengo por unas mejoras— unas simples palabras que de alguna forma, alteraron más la situación de la chica.

"Mejoras" una palabra que siempre le emocionaba debido a su gran pasión por el diseño y creación de elementos y gadgets tecnológicos. Esa pasión la llevo a es lugar, dónde conoció a este chico, el cual era un reto gracias a su extraño poder, que no sólo mejoraba su fuerza física, también lo destruía todo si no lo usaba correctamente. Era un verdadero reto para ella suministrarle con el equipo adecuado, un alivió que él no pidiera cosas alocadas.

—¡Claro! Ehh...

—Midoriya, no puedes recordar mi nombre por lo que veo.

—Nunca fuí capaz de eso, apenas y recuerdo algunos nombres.

—¿No te es inconveniente?

—Para nada, nadie se queda cerca por mucho tiempo ¿Para qué aprenderme nombres que no necesitaré recordar?—

Esa frase, de algún modo, le hizo sentir una punzada en el pecho. De alguna forma, jamás se había preguntado el porqué nadie mantenía eso que llamaban " una amistad" con ella, esto le generó una serie de dudas.
Tal vez debía recordar nombres, tal vez debía de mantener conversaciones a parte del trabajo, tal vez quería estar con alguien un poco más de tiempo.

Dulce como chocolate (One Shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora