Part 1

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Franco Reyes había regresado hace unos meses y aunque estaba viviendo de nuevo en su hacienda Sara le había dejado claro que podía quedarse ahí pero en cuartos separados, ya que necesitaba tiempo para pensar muy bien las cosas antes de volver a confiar en él. A Franco le pareció que era lo correcto ya que él no estaba en condición de exigirle nada después de haberla abandonado y de ocultarle la razón por la cual la había dejado. Aún así el seguía intentando acercarse a ella, era inevitable para él estar lejos de ella después de tantos años que pasaron separados.

Una tarde llamó Gabriela para invitarlos a una cena en su hacienda para que conocieran a sus nuevos socios. A Franco no le quedó otra opción más que ir y acompañar a sus hijos y a Sara.

Franco y Andrés ya estaban en la sala esperando por Sara y Gaby, esta última siempre se demoraba más, pero por lo visto ella y su mamá estaban compitiendo por ver quien se tardaba más. Gaby bajo, llevaba un vestido negro que le llegaba un poco más arriba de la rodilla.

–Wow, Gaby estás preciosa.

–Gracias papi, tú no te quedas atrás– Llevaba un traje sin corbata que combinaba muy bien con sus ojos.

–Estás muy linda hermanita. ¿Y mamá no piensa bajar?

–Dijo que aun le faltaba arreglarse y que mejor nos adelantáramos, para no impacientar a la abuela. 

–Bueno, vamos– Dijo Franco con pesar. Quería pasar tiempo con Sara, pero sentía que ella cada vez lo evitaba más.

Llegaron a la hacienda de Doña Gabriela, el ambiente estaba tranquilo, sus hermanos, sobrinos y cuñadas ya estaban allí. Se acercaron y saludaron a todos.

–¿Y dónde dejaron a Sarita? ¿No me digan que no viene?

–Si va a venir, abuela. No te preocupes, no demora en llegar.

–Entonces esperaremos, de todas formas también faltan por llegar mis nuevos socios y quiero que estén todos para que los conozcan.

***

Sara había pensado que ya era momento de darle otra oportunidad a Franco, así que está noche cuando llegaran a la casa hablaría con él. Gaby la ayudó a arreglarse, quería que su mamá se viera más hermosa que nunca ya que rara vez salía de la casa.

Sara le había dicho a su hija que se adelantaran para así ella terminar de arreglarse, así que le tocó irse sola. Estaba cerca de llegar a la hacienda de su mamá y por evitar atropellar a un perrito que iba cruzando el camino casi choca con una camioneta, afortunadamente logró frenar antes de impactarla.

–¿Se encuentra bien?– Un hombre de unos 40 años, cabello oscuro y que vestía muy elegante se acercó a la ventanilla del conductor.

–Sí, estoy bien. Disculpe que casi lo chocó es que un perrito iba pasando y...

–No sé preocupe, lo importante es que usted y el perro están bien.

–Si, afortunadamente no le paso nada al perrito.– Dijo agarrándose el cuello.

–¿Usted está bien?– Su voz sonó preocupada.

–Sí, es solo que me golpee un poco con el impacto, pero estoy bien, gracias. Disculpe, ya tengo que irme.

–Claro, no la distraigo más y debería checarse el cuello– El hombre se despidió con una sonrisa y se subió de nuevo a su carro.

Sara siguió su camino hasta la hacienda de su mamá, pero por el retrovisor se fijó que la camioneta con la que casi chocaba la estaba siguiendo. Estacionó su carro y se bajó con toda la intención de enfrentar al hombre que la seguía.

Por el Resto de mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora