Se despertó con un fuerte dolor de cabeza "¿Dios, que me paso?" pequeños flashback de lo sucedido la noche anterior aparecieron en su cabeza y se llevó la mano hasta su frente. Poco a poco abrió los ojos tratando de acostumbrarse a la luz del día que se filtraba por una de las ventanas, una vez que se acostumbró a la claridad miró a su alrededor y se dio cuenta que estaba en su habitación. Se preguntó que hacía ahí, ya que desde hace mucho tiempo, cuatro años para ser exactos no dormía allí. Miró al lado izquierdo de la cama y ahí estaba Sara, completamente dormida, extrañaba tanto despertar a su lado, ver su sonrisa por las mañanas, acariciar su rostro por las noches hasta que se quedaba profundamente dormida. Quería recuperarla y para eso sabía que tenía que hacer las cosas bien. Se levantó con cuidado de no despertarla y porque el dolor de cabeza que tenía no lo dejaba hacer movimientos bruscos, entro al baño, busco una aspirina, se la tomó y se dio una ducha rápida y refrescante. Cuando terminó de bañarse se vistió, en la cama Sara seguía durmiendo plácidamente, salió de la habitación y bajó las escaleras hasta la cocina, donde estaban su hija e Irene.
–Buenos días, princesa –Le dio un pequeño beso en la coronilla a su hija y se sentó junto a ella en la barra de la cocina–. Buenos días, Irene.
–Buen día, señor Franco. ¿Quiere que le sirva el desayuno?
–Sí, Irene, muchas gracias.
–Papi, le estaba contando a Irene lo de la serenata. ¡Ay no, de lo más lindo! –Gritó Gaby y Franco hizo una mueca– ¿Y mami, no va a desayunar?
–Sigue dormida, le quería pedir Irene si es muy amable y le prepara una bandeja, yo se la subo.
–Claro que sí, señor Franco, ya se la preparo.
Franco y Gaby desayunaron tranquilos mientras Irene preparaba la bandeja para Sara.
–Bueno papi, ya me voy. Ah, quería decirles que no vengo a almorzar, tengo que hacer unos trabajos con unos compañeros.
–Está bien, princesa. Espero que te vaya muy bien.
–Todo estaba riquísimo, Irene. Gracias. –Le dio un último sorbo a su jugo de naranja y se levantó de la silla, busco sus cosas y le dio un beso a su padre antes de salir por la puerta.
–Ya está lista la comida, señor Franco. Si quiere se la llev...
–Muchas gracias. No se preocupe que yo se la llevo. Quería pedirle también que se tome el día libre, y no acepto un no como respuesta.
A Irene no le quedo de otra más que aceptar la decisión de su patrón, antes de irse Franco le pidió que le dijera a Gonzalo que pasara por la casa. Una vez allá Franco hablo con él y le pidió que se encargara de las cosas de la hacienda ya que Sara no iba a poder hacerlo.
***
Sara abrió los ojos tratando de acostumbrarse a la claridad de la habitación, con la mano tanteo el otro lado de la cama buscando a su esposo pero este no estaba. Se giró para buscar su teléfono, cuando vio la hora se levantó apresurada y se metió al baño. Era tardísimo y tenía tanto trabajo por hacer en la hacienda. Se dio un baño rápido y cuando salió del baño solo con una toalla alrededor de su cuerpo vio a su esposo que venía entrando a la habitación con una bandeja llena de comida.
–Buen día, Sara. ¿Cómo amaneciste? –Franco colocó la bandeja en la cama y se acercó a su esposa para darle un beso en la mejilla.
–Estoy... Estoy bien. –Cerró los ojos al sentir el contacto de sus labios con la piel de su mejilla, se aclaró la garganta y preguntó– ¿Tú, cómo sigues... después de lo de anoche?
–Mejor... Te traje el desayuno. Irene lo preparó, le quedó riquísimo...
–Gracias, pero no tengo tiempo, solo tomaré el café... –le dio un sorbo y entró al vestidor– Tengo muchas cosas que hacer en la hacienda, Gonzalo debe estar esperándome par...