Amore Mio Aiutami

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Una pareja reposaba en el sofá de una pequeña pero encantadora sala, un hombre de cabellos tan brillantes y claros como la plata llenaba dos copas con vino mientras conversaba de manera amena y pacífica con su acompañante.

— Aún recuerdo cuando me pediste matrimonio. — Dijo suavemente un pelinegro, de unos 30 años aproximadamente, admirando su mano izquierda y fijando su atención en la pequeña sortija de oro que adornaba su dedo anular Accidentalmente dejaste caer el anillo por el desagüe y Mista tuvo que enviar a las Pistols para recuperar el anillo. — Soltó un risilla mientras tomaba la copa en la cual su compañero había depositado vino anteriormente y degustó aquella bebida de oscura y rojiza tonalidad.

— Fue culpa de Giovanna, ¡ese bastardo me distrajo cuando apareció de la nada frente a nuestra mesa, junto Mista y Narancia! — Dijo irritado el albino — Se supone que debían ayudarme sin ser tan obvios, pero el maldito traje rosa chillón de Giorno me quemó las retinas — Suspiró frustrado, no había sido la mejor proposición del mundo.

Hace ya 8 años, Leone Abbacchio había hecho su reservación en uno de los restaurantes más aclamados de Italia y decidió que una mesa al aire libre sería lo ideal, simple pero encantador, como su acompañante. Tenía planeado pedirle matrimonio a Bruno Buccellati al llegar el postre, se arrodillaría frente a él y le recitaría el poema en el cual había estado trabajando tanto. Pero cuando aquél hombre de labios violetas estaba sacando el anillo de su bolsillo divisó a Giorno, Guido y Narancia, este último no sabía qué pasaba así que se lanzó y le dio un efusivo abrazo al mayor de todos. Aquella repentina acción hizo que el albino empezara a forcejear con el pelinegro, haciendo que soltara el anillo y cayera por el desagüe. Todo esto pasó ante la sorprendida mirada del sottocapo de Passione.

Después de eso, todo fue un completo caos. Abbacchio le gritaba a Giorno recalcando que todo era su culpa, Mista enviaba a sus Pistols y estas intentaban recuperar el anillo, Narancia tenía un ataque de pánico y Bruno decidió llamar a Fugo para que calmara al más bajo de la pandilla. Leone no podía estar más decepcionado, creía que alguien como Bruno merecía algo mucho mejor que aquel desastre causado por los más jóvenes. Para los ojos de Abbacchio, Bruno Buccellati era un ángel, desde que lo sacó de las calles y le ayudó a reintegrarse a la sociedad hasta casi morir solo por intentar erradicar la droga en Italia. Él pensaba que Bruno era todo lo que estaba bien en la vida, él era su razón de sonreír, la razón de levantarse por las mañanas, la razón de intentar dar todo de sí... Bruno Buccellati era su razón de vivir... ¿Estaba tan mal depender de alguien? Realmente no le importaba. Quizá este fue el hecho de que odiara (más de lo usual) a Giorno cuando le confesaron su plan.

Leone sabía que no se perdonaría a sí mismo por haber dejado a Bruno solo y que este llegara a lastimarse o incluso morir al momento de enfrentar al jefe de la mafia más influyente de toda Italia, así que decidió acompañarle en aquella travesía. Muchas cosas pasaron, pero al menos Buccellati estaba bien, claro; le alegraba que Narancia y los demás estuvieran bien, pero no se comparaba con la satisfacción que le daba poder despertar cada mañana y admirar las facciones relajadas de aquel hombre al cual amaba con todo su ser. Ahora, un felizmente casado y realmente enamorado Abbacchio se levantó del sofá en el cuál reposaba con su compañero de vida y se dirigió a un estante donde guardaba discos de vinilo para luego ir en dirección al tocadiscos y comenzar a reproducir aquella angelical canción, la cuál hacía que los recuerdos inundaran su mente y comenzaran a desbordarse, manifestando así una sonrisa en su pálido rostro.

Cuando aquella dulce melodía taladró los oídos del pelinegro, este no pudo sonreír más encantadoramente. Decidió levantarse y acercarse al hombre de cabellos platinados — ¿Piero Piccioni? — Dijo Bruno, mientras sostenía la mano de su amado — Amore Mio Aiutami. — Respondió Leone, mientras posaba su otra mano en la cadera del contrario y empezaba a moverse lentamente al ritmo de la música, dando así inicio a una suave danza — La bailamos en nuestra boda ¿recuerdas? — Musitó Buccellati, mientras se dejaba llevar por el contrario — Como si fuera ayer... — Suspiró Abbacchio, amaba la sensación de sentirse en las nubes al compartir momentos tan íntimos con su compañero de vida. Porque Bruno Buccellati hacía que cualquier cosa, por horrible que fuera, se convirtiera en algo hermoso, como él. Leone agradecería eternamente a los astros por ser correspondido.

Cuando Abbacchio estaba cerca de Buccellati, se sentía en paz. Desde que lo conoció supo que él sería alguien importante en su vida, y, aunque se haya jurado a sí mismo no volver a sentir algo, se enamoró perdidamente del líder de su pandilla. Al principio lo negaba "Solo lo aprecias" "Es estúpido, eres estúpido, esta situación es estúpida" "Vamos, solo le tienes cariño" le decía su conciencia, pero luego de bastante tiempo y muchas conversaciones nocturnas con Narancia, comprendió que muy en el fondo, lo que sentía era amor, amor puro. Y claro, Abbacchio no tardó en decírselo al mundo, o bueno, a los miembros de su pandilla. Estos, bastantes felices por la noticia, decidieron ayudarle a conquistar a Bruno. Claro, definitivamente no fue fácil, pero después de varios intentos lo logró.

Leone Abbacchio se consideraba como la persona más feliz del planeta, porque había jurado amor eterno a Bruno Buccellati y fue correspondido con la misma pasión y adoración que él tenía. Sabía que se tenían mutuamente, en las buenas y en las malas, y él nunca cambiaría aquello.

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One-shot originalmente publicado en julio de 2021.

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