VI

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La mañana se encontraba tranquilamente deprimente como era usual, mi ánimo se encontraba en el último piso del infierno y el sol radiante me causaba un enfermizo dolor de cabeza. Pero aun con todo lo malo que podía encontrar, me invadía una sensación distinta, un calor distintivo y un dulce-amargo recuerdo me invadieron como una oleada de café y azúcar dejándome drogada y con ansias de más. 

Mi habitación blanca parecía luminosa por los rayos de sol que entraban por la ventana, todo estaba igual, pero se sentía distinto. Baje de mi cama y sentí el helado suelo bajo mis pies congelando la planta de estos y causando un leve dolor en la punta de mis dedos. Camine por el largo pasillo del departamento el cual ya no estaba oscuro, ya no era tenebroso, ya no era solitario, algo se sentía completamente distinto. Al llegar a la sala todas las cortinas se encontraban abiertas de par en par, todo se veía extremadamente prolijo y el suelo brillaba de lo limpio que se encontraba. Sobre el mesón de la cocina un florero con claveles azules, todos los trastes limpios y en la mesa del comedor dos tazas, dos platos y dos pares de cubiertos. 

-Ya despertaste...- su voz me heló la sangre por un momento, debido a su inesperada presencia, pero, su cálido tono de vos derritió toda migaja de terror dentro de mi cuerpo y un cálido estímulo calentó mi helado corazón. 

Me volteé para encararlo, pero al momento de hacerlo no pude ver su rostro sino su pecho estrellándose con mi cara, entonces recibí un abrazo, podía sentir sus músculos formados de una persona que iba al gimnasio y su perfume con escencia a café de siempre como si nunca hubiera dejado la cafetería.  

-espero que hayas descansado, cómo estás?- dijo soltando un aire cálido en mi hombro, yo podía escuchar sus calmados latidos, sus manos apretaban mi cuerpo como si no quisiera soltarlo nunca, recordándome a los libros de adolescente enamorada que leía cuando de esa edad se trataba, como si mi Edward Cullen hubiera llegado a mi vida. Como si él me necesitara para seguir viviendo.

Mi garganta picaba y apareció un nudo gigante en esta, mi estómago se revolvía como si estuviera en una montaña rusa y me comenzaba a sentir totalmente en casa después de 4 años de un sufrimiento constante.  Se separo de mi y me miro a los ojos, me miraba atentamente analizando cada detalle de mis ojos, mis pestañas, mi nariz y luego volvió a mis ojos como si estuviera leyendo un libro del cual olvido un detalle y debió volver a leer la página para poder recordar, descubriendo y analizando en detalle hasta mis más profundos pensamientos. 

- Bien-conteste bajo y monótono para que no notara la cantidad de pensamientos y emociones que me habían invadido con ese abrazo.

- vamos a comer, pero quiero comer afuera, me apetece un café de la cafetería- dijo con una sonrisa, dejando sus grandes manos en las mías como insinuando a que le siga. Sus ojos sonreían como si no tuviera nada que decirme ni preguntarme aunque en el fondo , quisieran decirme de todo.

Salimos del departamento rumbo a la cafetería que se encontraba a un par de cuadras de este, en el camino él hablaba mientras yo me encontraba sumergida en mis pensamientos y me preguntaba si se había arrepentido de comer en casa. El aire fresco del camino se sentía reconfortante y deprimente, como si al cielo no le hubieran dado ganas de calentar el clima por hoy, así como yo no tenía ganas de seguir viviendo.
Al llegar a la cafetería buscamos una mesa cerca de la ventana y cerca del estante de los libros el lugar perfecto entre la luz y lo acogedor, el lugar donde nos sentamos la última vez hace 4 años, el lugar donde lo conocí y nos volvimos mejores amigos.
Nos sentamos y él fue a pedir la comida mientras yo me sumergía en la inmediatez de la ventana.

...

- Hola Liz, lo mismo de siempre?- Jonathan se acerco con su libreta a mi mesa, con una sonrisa tan luminosa y con la seguridad de un gallo al cantar como si supiera que al hablarme no debía sentirse incómodo ni intimidado porque en el fondo éramos iguales. 
- si, pero con tu compañía incluida- sonreí observando como lentamente su rostro cambiaba a un color carmesí y como el brillo subía a sus ojos.
Me encantaba su compañía, Jonathan era una de las personas más valiosas de este lugar y debido a su simpatía y atractivo gran cantidad de clientes habían llegado y por sobre todo la razón por la que constantemente había decidido venir aquí en vez de leer en casa.
Él se fue a trabajar y yo seguí leyendo mi libro esperando a que terminará su jornada laboral. Luego de un rato dieron las 18, la hora donde Jonathan terminaba su jornada por lo que caminó hacia mi sin su uniforme con su camisa arremangada hasta los codos, un pantalón de mezclilla y una sonrisa.
- aquí está- dejo las cosas y devolvió la bandeja, se sentó frente a mi y tomo un sorbo de su capuchino vainilla con canela y nuez moscada.
- terminaste el libro?- pregunto mientras me miraba fijamente con las manos en la taza.
-si lo hice, estaba buenísimo y a la vez terrible, deberías dejar de recomendarme libro tan tristes- tome mi café con cuidado debido a que estaba caliente y mire a la ventana. La luz del atardecer entraba por esta dando un toque anaranjado y violeta a todo el lugar y lo más importante a él.
Sus ojos reflejaban un tono amarillo verdoso muy lindo debido a la luz, él se me quedo mirando muy atentamente mientras yo observaba a detalle cada parte de su rostro, sus cejas semi pobladas y delineadas con precisión, su piel nevada de pecas sutiles como la nevada inicial de la navidad, sus pestañas medianas y curvas, su nariz delicada y rojiza, su mandíbula marcada y sus ojos verdes que tanto me gustaban. 
Continuamos hablando hasta que el silencio reino, un silencio cómodo, la clase de silencio donde dos personas se encuentran en sus pensamientos, pero el mundo no quería que ese momento siguiera tan tranquilo como estaba.
Él se notaba incómodo y nervioso, miraba sus manos y jugaba con la cuchara de la taza, estuvo un rato así hasta que decidió hablar.
-Liz... tengo algo que decirte- dijo cabizbajo y tenso.
- sí, dime, pero me estás asustando-  temerosa comenté toda esta presión me estaba matando y me había comenzado a imaginar los peores escenarios de la historia.
- No es nada malo, bueno podría ser, pero no lo es, mira...-se detuvo y respiro- tú sabes que somos amigos con Mei,... bueno lo que ocurre es que me gusta Mei- dio una pausa larga como si estuviera esperando a que yo dijera algo al respecto.
- y es mutuo?-me atreví a interrumpir su silencio ante la fuerte noticia de que mi enamoramiento secreto claramente no era correspondido, me dolía de verdad, sobre todo porque éramos mejores amigos.
- Mm... estamos saliendo, ayer quedamos y se lo pedí... y me dijo que si- su tono era soñador y se notaba que estaba muy feliz y emocionado. No paraba de sonreír, sus ojos brillaban como dos estrellas en plena galaxia y sus músculos faciales estaban tan tensos que con cualquier movimiento se desgarrarían.

Lonely NightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora