Sabía que eras tú

124 4 2
                                    

No tienes idea de cómo llegaste a este lugar. Tan solo unos minutos antes te encontrabas sentada tranquilamente en tu escritorio, frente a la computadora, tratando de concentrarte en ordenar unos datos y de pronto todo se oscureció; sentiste frío y luego escuchaste un chasquido que te hizo sentir el calor de la luz de un foco sobre tu cuerpo y fue hasta en ese instante en que te diste cuenta que estabas casi desnuda, sobre una silla, con tus muñecas atadas por detrás del respaldo de la misma y que tus ojos estaban vendados.

¡Fue justo como lo elegiste! Por lo mismo sabes que te encuentras en una habitación casi vacía y parcialmente iluminada. ¡Vaya locura! La curiosidad nuevamente te traicionó, quizá para tu beneficio, aunque la verdad es que aún no tienes idea. Si bien no sabes cómo llegaste a donde estás; en cuanto al modo y al momento en que alguien te capturó, te desnudó hasta dejarte en ropa interior, te puso una venda en los ojos, te ató de manos y te sentó en una silla diminuta en medio de un cuarto apenas iluminado por la luz que tienes sobre tu cabeza; lo que sí sabes es quién es ese alguien que te puso en esta situación, aunque aún no estás del todo segura de lo que pretende y eso es, al final de cuentas, lo que más te intriga y... ¿te excita? Parece que un deseo que has reprimido por mucho tiempo en lo más profundo de tu ser finalmente ha encontrado la forma de salir a la superficie, para apoderarse de ti.

Alguien acaba de entrar a la habitación, el eco de sus pasos, bastante cadenciosos, te ha puesto en alerta. El frío del lugar, a pesar de la calidez de la luz, se intensifica. El Extraño se ha detenido justo detrás de ti y se ha quedado en silencio. Pasados unos segundos, sin saber qué hacer, preguntas con la voz quebrada por el nerviosismo: "¿Quién está allí?". Él apenas te responde con un gruñido malhumorado, como insinuándote que no tienes derecho a hablar.

Un par de manos calientes se posan sobre tus hombros, como si te fueran a aplicar un masaje, y comienzan a apretártelos con fuerza al punto de provocarte un cosquilleo que hace que los contraigas. La presión no cesa hasta volverse un tanto dolorosa, pero las molestias desaparecen al momento que escuchas la voz agitada, pero familiar, del Extraño que te está haciendo todo esto, susurrándote al oído: "No te preocupes, preciosa, te prometo que todo lo que te voy a hacer, aunque al principio quizá te duela un poco, al final te va a encantar. Voy a ser implacable, y te voy a llevar a un punto en el que vas a rogarme para que no me detenga". Lo que acabas de escuchar provoca que tu respiración comience a agitarse, al aspirar tus músculos se tensan y al exhalar experimentas una ligera palpitación en tu entrepierna. Algo, evidentemente, se ha apoderado de ti, y el Extraño, al parecer, sabe la forma de explotarlo.

Ahora sientes que tu captor acerca su rostro a tu nuca y aspira tu cabello con fuerza, al parecer el aroma de tu cabeza le resulta adictivo, lo enciende y lo enardece. Cada vez aspira más y más, como si obtuviera el oxígeno al olerte la cabellera. Alterado, aprisiona con brusquedad tu cabello con una mano y tira de él haciendo que inclines tu cabeza hacia atrás. Del dolor abres la boca y, antes de que puedas respirar, una lengua áspera y caliente se desliza en su interior, llenándote por completo. Tu lengua recibe el choque de este órgano invasor como una explosión, y se deja engatusar por su frotamiento circular y embriagador. Es como si cada roce que recibes te va robando poco a poco la voluntad con un delicioso sabor a deseo que te arrastra hacia el éxtasis.

En medio del beso abrasador que estás recibiendo, que te roba el aliento, sientes un rubor caliente recorriéndote el rostro y la respiración del Extraño que te lo acaricia. Pero luego él se separa abruptamente de ti, apenas te da chance de recuperar el aire cuando, de pronto, vuelve a tirar de tu cabello, pero esta vez mueve tu cabeza hacia un lado, dejando tu cuello vulnerable para cubrirlo de besos y lamerlo con fruición. Sientes cómo te lo recorre por completo, de abajo hacia arriba, lenta y lujuriosamente, desde la base del mismo, junto al hombro, hasta la parte trasera de tu oreja, juega un rato allí para ir nuevamente hacia abajo. Las caricias de esa lengua te estremecen y te calientan el cuerpo. Tu frío desaparece.

Sabía que eras túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora