Capitulo II

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Su alarma sonó a las cinco en punto de la mañana, sus horas de sueño sufrieron un cambio debido a que quería bañarse antes de entrar al instituto, por lo que durmió ocho horas en vez de nueve. Igualmente le resultaba demasiado.

En otros tiempos él había sido el estudiante que dormía solo tres horas al día e iba al instituto hecho zombie con cara de querer asesinar a todo el mundo.

Tardó unos cuantos minutos en levantarse, pero lo logró. Tomó una toalla y salió en dirección al baño, y casi vuelve corriendo a enredarse en sus sabanas nuevamente cuando al abrir la puerta de su habitación el frio del pasillo lo atacó de lleno.

Pero prefería morir de hipotermia o pescar un resfriado antes de que ir con ese aspecto al instituto, todavía no se había mirado al espejo pero ya sabía que su estado por las mañanas no era el más decente del mundo. Y lo único que lograba generarle buen aspecto era una buena ducha de agua caliente, aparte que en ocasiones como esas cuando se duchaba por las mañanas también lo ayudaba a despertarse un poco.

Se desvistió y estaba a punto de entrar a la ducha cuando tomó la peor decisión de la mañana, giró y se miró en el espejo de cuerpo completo que había en una esquina del baño.

Su cuerpo estaba algo débil, para notar aquello no había que ser ningún genio. Su mala alimentación le paso factura, también su estado psicológico.

Había perdido mucho peso en cuestión de tres años y lo que comía no lo ayudaba a ganarlo, tragarse de un bocado un brownie entero cada tanto y solo tomar leche no le devolvería los kilos que perdió.

Y odiaba su cuerpo y se odiaba a sí mismo por eso, su cuerpo por estar en aquel estado lamentable y a él por no ser capaz de tomarse el tema con seriedad y recuperarlo.

Si, Felix sabía que no estaba bien en ningún sentido, sabía que necesitaba ayuda, que no podía hacerlo solo y que la situación con su familia, o lo que quedaba de ella, no ayudaba en absoluto.

Pero también ese era el problema, cuando había ido hacia su padre a pedirle empezar terapia con algún psicólogo éste le había dicho que era solo cuestión de tiempo, que se le pasaría enseguida y que no era necesario acudir a uno.

Y los días pasaron, los meses también y con ellos los años, pero Felix seguía igual o peor.

Estaba harto de ser aquel niño llorón y sensible, aquel enfermo sin diagnóstico oficial alguno, él necesitaba salir adelante, él quería hacerlo. Pero le era difícil encontrar motivación alguna.

Trataría de hacer lo mejor, de hacerlo por él mismo.

Sintió el agua caliente bajar por todo su cuerpo y eso lo alivio, ya que realmente estaba haciendo mucho frío.

Una vez que terminó fue hacia su habitación y se puso su uniforme que consistía en una camisa blanca, pantalones azules marinos y un blazer del mismo color con el escudo de su instituto en el lado derecho y un pequeño cartel con su nombre en el lado izquierdo. Para finalizar una corbata color rojo con dos líneas color beige y el mismo azul marino como estampado y en los espacios sobrantes la inicial del nombre de su instituto.

El rubio asistía al Instituto Sinseonghan de la ciudad de Seúl, que si bien no era de los mejores se hacía respetar. Contaban con una gran cantidad de alumnos que terminaron con promedios excelentes y entraron a las mejores universidades a nivel internacional. También era conocido por ser uno de los institutos con más clubes extracurriculares de toda la ciudad y por sus excelentes equipos de básquetbol, uno siendo femenino y el otro masculino.

Si había algo que sobraba en aquella institución era gente con talento.

Y si habia algo que Felix no tenía era talento más allá que para hacer brownies, o eso era lo que él pensaba.

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