|5|

559 14 1
                                    


BEN

La brisa de la mañana erizaba mi piel y la luz radiante del sol iluminaba por completo la habitación.

Al abrir mis ojos, mi vista se topa con el castaño cabello de Brenna. Observo sus facciones y me transmite una sensación agradable ver su ceño relajado. La sonrisa se me borra al caer en cuenta de que estamos en mi habitación, que a Brenna solo la cubren mis sábanas, que la puerta está entreabierta y que... Kilian está en casa.

Resoplo por ser tan irresponsables de haber dejado la puerta entreabierta. Continuo poniéndome mi ropa interior, aunque la simple idea de que Kilian pudiese habernos visto, en pleno acto sexual o juntos, me carcome la mente. Camino hacia el pasillo luego de corroborar que Kilian no está en su habitación y trato de observar si se encuentra en el living, lo que me deja tranquilo por un instante, desde donde estoy puedo ver sus pies sobre el apoya brazos del sofá, y estoy casi seguro que no se ha movido de allí. Vuelvo a mi habitación y me encuentro nuevamente con Brenna, despierta.

—Se siente feo despertar y no encontrarte a mi lado— la escucho decir luego de cerrar la puerta a mis espaldas.

—Buenos días— Sonrío acercándome a ella. Beso su frente y doy caricias a su mejilla sintiendo su piel tersa en mi pulgar. —Lamento no poder despertar juntos, pero más feo se sentiría si mi hijo, nos hubiese visto dormir juntos...—

Suspira y luego sonríe.

—Tienes razón.

Aun que me haya asegurado de que Kilian no vio nada, no puedo comprobarlo a un cien por cien, eso fue un error que podría o pudo haber delatado la relación de Brenna y mía.
Sé que esto está mal, soy consciente, pero tengo el argumento perfecto ante ello y la realidad es que no hay nada que pueda justificar el cariño que le he tomado a Brenna.

Después de todo, la relación con Janet se había debilitado hace muchos años, sabía que alguien reemplazaba mi lugar por las noches en las que me encontraba ausente por mi trabajo. La vez que oí aquello mi corazón "se hizo pedazos" como quien dice, tragué toda la furia y no hice nada, porque no podía hacer nada. Estaba tan lejos en ese momento, que decirle que yo sabía que me engañaba no valía la pena, para nada y lo dejé así hasta hace un tiempo cuando volví, un mes antes de las vacaciones, y conocí a Marilyn en un bar.

Nos encontrábamos todos los sábados desde entonces (a todo esto aclaro que nadie lo sabe más que Brenna). Todo iba bien con ella, es una mujer hermosa y elegante, delicada, tiene una actitud muy particular que es agradable para todos.

Durante el tiempo que salí con Marilyn, había pensado que era el momento de hacer justicia por mi dignidad y pedir el divorcio a Janet de la mano de esta mujer, creí haber encontrado lo que realmente merecía pero al comienzo del verano, gracias a un tonto suceso, Brenna es quien decide batir mi mundo.

—Dormiste como un oso— le cuento pasándole su ropa.

—¿Me estuviste mirando?— interroga avergonzada y se esconde detrás de sus manos.

—Dormiste a mi lado, era imposible no mirarte— sonreímos.

—Me haces sonrojar, eres malévolo— me empuja.

—Yo... ¿malévolo?— me acerco intimidante a ella. —No creo— digo rodeando su cintura, estando a pocos centímetros de su rostro y tentado de querer besarle antes de soltarla.

Brenna tenía algo que me hacía querer estar pegado a ella constantemente, como si estuviera bajo un hechizo que me tenía comiendo de la palma de su mano.

—No lo eres— sonríe y es ella quien se impulsa primero para rozar nuestros labios con una necesidad agobiante de querer tocarse. Pareciera no ser suficiente con lo de anoche, porque sabíamos que teníamos que separarnos para no armar un caos. —Gracias por regalarme la mejor noche de todas— susurra viendo directamente hacia mis ojos.

Coronel ➢Ben HardyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora