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Su lengua fue parte de la sección de besos y estaría de más decir que me había calentado. Mi cuerpo estaba ardiendo de ganas de tenerlo entre mis piernas. Es por eso que una de mis manos comenzó un lento recorrido hacia su miembro, todo con demasiada tranquilidad. Comencé a frotar mi palma sobre él provocándole jadeos que he deseado escuchar.

—Brenna...— Soltó sobre mis labios dejando de besarme, pero sin apartarse.

—¿Si?...— Murmuré excitada.

—Esto...— Presioné un poco cortando lo que diría. —Yo...— repetí el acto gustosa de presenciarlo. —Esta-a m-mal...—

—Sh...— silencié —Lo que está mal aquí es lo que hace tu esposa— susurré sobre su oído. —Solo olvídala, y déjate llevar...— Rocé con mis labios su cuello. Cerró sus ojos y puedo asegurar que fue millones de veces la mejor imagen del mundo.

Los jadeos se transformaron en gemidos así que pronto me bajé del banco, y me arrodille ante él y su bella masculinidad.

—¿Qué ha-aces Brenna?— preguntó como si no supiera.

—Usted solo observe...

Mis fluidos mojaron el hilo de mi braga, incluso los sentía deslizarse por fuera. Mi centro comenzaba a punzar y cada vez era peor. Dirigí mi mirada a su rostro completamente sumido y excitado, casi extasiado con su boca entre abierta y sus ojos cerrados, sintiendo cada una de mis caricias. Fue en ese momento en que presionó con fuerza sus parpados, cuando supe que se correría, por lo que succioné con fuerza.

A los pocos segundos se vino llenando mi boca con su leche hasta desbordar y chorrear por mi mentón. Tragué todo como dije que haría y terminé por succionar el resto que había quedado en su glande.

—Oh...Nena— gimió. Se me hizo inevitable no ocultar mi sonrisa orgullosa. Estaba encantada con este hombre.

—No fue tan malo después de todo ¿Verdad señor Ben?— Contesté a medida que me ponía en pie y enfrentaba su rostro.

Una pequeña sonrisa de lado se hizo presente, sus ojos se fijaron en los míos.

—No lo fue...

—Eso quería oír— finalicé tomándolo del cuello para volver a besarle.

Y la ronda comenzó otra vez con besos mojados, él sentándome sobre la isla. Le ayudé a sacarse su playera dejando su torso al descubierto, se quitó los cargos junto a su bóxer. Quitó mi top dejando mis senos al aire y comenzó un largo camino de besos recostándome, hasta llegar al inicio de mi falda, solo tenía que deslizarla. Se quedó unos segundos contemplando mi anatomía semidesnuda, una acción por parte de él que me dejó con la boca abierta.

Sus labios presionaban sobre mi doloroso centro, aun cubierto por aquella tela fina. Me afirmé sobre mis codos para seguir viendo el espectáculo. Mi vagina se humedecía más. En un momento su mirada chocó con la mía. Era totalmente lujuriosa, pero lo que pasó a continuación fue una de las cosas que había imaginado en una de mis locas fantasías con el señor Hardy. Él solo tiró con fuerza de mi ropa interior haciéndola trizas.

Ahora sí que se podía decir que estábamos completamente desnudos, contemplando el cuerpo de ambos.

Su mano se deslizó con lentitud sobre mi feminidad, causándome una gran mezcla de sensaciones y emociones a la vez. Su indice fue el culpable de que un gemido escapara de mi boca al centrarse justo en el medio. Presionó varias veces y lo introdujo dentro de mi.

Gemí fuerte —Ah... Señor Ben—

No respondió nada, pero siguió haciendo maravillas con sus dedos.

Coronel ➢Ben HardyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora