Después de sentir amor, no me niego a no seguir amando.

Entre a forísmos grito: ¡me quiero morir!

Hay tanto ruido. Tantos cables, tantas voces hay tanto aliento, demasiados timbres de voz, hay música, hay recuerdo, hay deseos, hay tanta mierda. Que no escucho ni hago nada.

Sé que moriré joven o eso manifiesto a fin de cuentas.

¿Cómo se apaga la mente?, ¿cómo se vive en silencio?, ¿cómo se es limpio y ordenado?, ¿cómo se acostumbra la gente?

Porque yo me quiero morir, no me gusta esta realidad protocolaria, enrredadiza, mezclada, procedimental, pautiva, no me gusta problemática, valentosa, no me gusta nada esta realidad inexplicable e inpredecible, no me gusta la comida, las personas y sus vidas, lo que aman, no me importa, no me interesa en lo más mínimo ir un paso a la vez, porque no quiero caminar. No me interesa en lo más mínimo si tú lo logras o te mueres en el proceso.

Yo necesito dejar de sentir, porque, el no ser lo que deseo me mata... no, eso no es, porque no ser y no tener lo mínimo que se debe me mata.

Mentira, yo solo quiero ser silenciosa, estar en silencio, me vale mucho o poco si tengo que levantarme todos los días y mirar por la ventana.
Estoy harta de echarle la culpa.

¡Suéltame, déjame ir!

¿Por qué nadie me ayuda?

¿Por qué... me hicieron esto?

Que disparate este.

Yo no quiero que las cosas mejoren o cambie, yo no quiero la cosa.
No quiero estudiar, dibujar, mirar, fotografiar, hacer ejercicio, pintar, pintarme, escribir, crear, imaginar, sembrar, coser, tejer, baila, cantar, no quiero dormir, yo no quiero la cosa. No quiero salir, no quiero hablar, no quiero ver, no quiero prevenir e intentar, no quiero ir a donde nadie, no quiero acomoañar a nadie, no quiero. No quiero nada de nadie.

Estoy harta de que me digan un paso a la vez.

Yo no quiero caminar.

Yo no quiero.

Yo no.

Yo.

Cántarie sabe que moriré...
Y últimamente duerme conmigo.

No quiero saber de Dios, ninguno. Ni fé, ni esperanza.

No quiero.