No volvió a salir desde aquel suceso.
El pánico de que su cine esté cerrado otra vez lo encerró en su departamento.
Estos últimos días la paranoia lo consumió. El transcurso de ellos se resumian en teorías obsesivas de que posee algún amuleto de mala suerte, o que el universo quiso castigarlo. Pero, ¿qué podría haber hecho él para que lo castiguen?
Mientras más tiempo pasaba ahí, más se ahogaba en el olor a humedad. Tal vez, si pudiera tomar lugar en su asiento favorito, no estaría de esta forma. Tal como si se encontrara con una plenitud inquebrantable, donde no habría deudas que pagar ni soportar la pesadez del rechazo y aislamiento.
Anhelaba ese sentimiento y repudiaba que al abrir los ojos se encontrara alrededor de insectos y tristeza.
Andá, paseá por la cocina hasta el comedor, hacé que te echen de la única vivienda que te queda, destrozá lo poco que tenés para sobrevivir.
Era incapaz de soportar un poco más la agonia de la soledad y la lejanía del único ámbito capaz de hacerlo feliz.
Así que esta vez renunció y cedió a librarse de toda aquella impotencia.
Abrió la puerta con tal fuerza que podría haberse roto. Los reclamos de sus vecinos no tardaron en llegar, pero poco le importó al cachetear al primero que se le acercó.
No dudó en echarse a huir por las escaleras, casi doblándose el tobillo por el impacto. Por detrás lo perseguía uno de sus vecinos revolcado en furia.
El cielo permaneció particularmente estático, como si se hubiera detenido a observar su próximo movimiento. No tomó en cuenta el flaqueo de sus piernas ni su respiración agitada, que se le corrió la idea de detenerse ahí mismo. Pero se negó al oír los insultos de Mark y su paso cada vez más cerca.
Al instante que alcanzó el piso, se dispuso a acelerar tanto que sus pies ardían de los calambres. Pasados unos minutos su velocidad fue cada vez menor hasta tirarse en las baldosas. Podría afirmar que si se animaba a hacer otro movimiento su corazón saldría disparado. Era tal el sofocamiento que a duras penas podía identificar algún sonido a su alrededor, pero asumió que Mark se rindió en su carrera.
Amenazaba con desmayarse del esfuerzo y en su momento menos querido cruzó la imagen de las luces resplandecientes del cine. Se aferró a su consciencia y rió mientras buscaba equilibrio. Por primera vez revivió entre tanta miseria y lo respaldaba una risa tranquila y genuina, hasta creyó que tendría la oportunidad de adentrarse en otro tipo de vida. Una menos castigadora.
Tal vez recorrió siete u once cuadras, y para su suerte, las puertas todavía no cerraban. ¡Qué suerte que tenés Johnny, que tu pasado no te condene y disfrutá de las butacas!
Esta vez no se molestó en comprar ticket, avanzó despavorido a la sala número 4. Arruinó la apariencia pura de las alfombras al mancharlas de barro. De vuelta distinguió los gritos ordenando que lo saquen del cine, mas no tenían relevancia para él. ¿Por qué habían tantas trabas, por qué todos iban en su contra?
Resurrección de 1999 se repetía en la pantalla, precisamente la escena en la cual la ventana tenía tatuada con sangre la frase "él vendrá". Aunque poca fue su observación ya que los guardias se encargaron de tomarlo por el cuello y empujarlo fuera de la sala a un lugar más alejado.
Se esmeraron fuertemente en patearlo de forma continúa mientras agonizaba del dolor. Por más que hiciera lo que tuviera a su alcance para defenderse, no era suficiente contra dos de ellos. La sangre chorreaba por su nariz y se dejó ver cuando lo tiraron del pelo. En ese momento Johnny les demostró su profundo repudio escupiéndole a uno de ellos en el ojo. Le permitió unos segundos de descanso, mas no más pues sintió otra de sus patadas en su columna.
Por desgracia de los guardias, uno de los empleados del lugar llegó a divisar la escena. Vio con la poca habilidad que le quedaba como reprochaba agresivamente a los de seguridad, y de vez en cuando, tiraba miradas alarmantes hacia Johnny.
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a johnny le gusta el cine
Short StoryRefugiándose en apestosas salas de cine, viviendo como un bicho desagradable entre las paredes; Johnny encuentra el consuelo que pronto se convierte en dependencia. Misma que lo lleva al caos y a la pérdida. Su enfermiza manía lo llevó a olvidarse d...