Capítulo 5

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EMMA

El agua cae por mi cuerpo y siento pequeñas punzadas de dolor en mis hombros. Por fin resiento todo lo que he trabajado estas semanas y de verdad es una cosa terrible, el trabajo de un jornalero es la cosa más pesada que he conocido en mi vida.

Estando más relajada, me pongo a pensar en lo que acaba de pasar. No es como que no se lo fuera a decir, digo, he estado tratando de comunicarme con él desde que lo supe y su babosa asistente jamás me comunicó con él por múltiples pretextos, pero ahora que lo sabe me siento preocupada en muchos sentidos, hasta temo por lo que me llegue a decir ahora que hablemos. Solo estoy segura de una cosa, ahora que voy a ser madre, voy a ser una muy diferente a la que me tocó, amaré a este bebé con todo mi ser y jamás le trataré como lo más insignificante que ha tenido en su vida.

—Ni siquiera te conozco y ya te amo tanto, serás mi adoración por siempre, mi amor. —Toco mi vientre y sonrío entre lágrimas. Habré metido la pata, pero ahora solo estoy feliz de saber que no estaré sola.

Cierro la regadera y salgo para tomar la toalla. Entonces recuerdo que mi ropa no está aquí y que Azariel se va a enojar cuando se entere de dónde la tengo.

Enredo la toalla en mi cuerpo y me acerco a la puerta, espero que no ande en la casa, en serio deseo que, no sé, se haya ido a revisar a los animales porque no quiero que me descubra.

—Antonia. —La llamo alto, pero sin llegar a gritar—. Antonia, ¿estás por ahí?

Antonia no sale por ningún lado.

No parece más bien haber nadie por ningún lado.

Decidida, salgo despacio de la habitación. Si no está en la cocina, puede que esté en el patio trasero o trayendo las cosas para la cena.

—Fue a traer todas tus cosas del granero. —Para mi mala suerte, escucho la voz de Azariel cuando apenas voy a bajar un tercer escalón—. Me contó que llevas un mes durmiendo ahí.

Noto la reprenda en su voz pero parece intentar ser sereno.

—Sí, y solo me he bañado aquí, no te molestes.

—No estoy molesto porque usas el baño, estoy molesto porque duermes en el granero, que le hayas pedido a Ernesto comprarte colchonetas y almohadas con el dinero de tres semanas de trabajo que hiciste.

—Bueno, a petición tuya, Ernesto no me quiso llevar a la ciudad. Trabajé porque no quiero tocar tu dinero y de primer plano volver a la ciudad no es un plan favorito —respondo, girándome para verlo parado en la puerta de su habitación con los brazos cruzados. Continúo hablando mientras camino de regreso—. Estoy bien ahí, ¿vale? No quiero molestar, solo deja que Ernesto me deje seguir trabajando, puedo hacer algo que no sea pesado como ordeñar a las vacas, Lucio es quien mueve los baldes, así que tampoco los cargaría.

Me mira sin decir nada, pero su expresión me da a saber que piensa que estoy loca.

—Deja de ser orgullosa, Emma. —Toma una gran bocanada de aire—. Mira, lo que pasó entre nosotros...

—No quiero hablar de eso, ni de qué mierdas nos pasó por la cabeza para hacerlo —digo, firme, entrando a la habitación. Sé que me siguió hasta acá así que sigo hablando—. Sobre el bebé, pues no voy a negarte nada, ni prohibir lo que sea en lo que desees participar de él a partir de ahora, pero no quieras obligarme a hacer lo que tú quieras, tu dinero no me interesa, y el de mi padre lo obtendré mucho antes de que el bebé nazca, así que...

—No duermas más en el granero, solo eso te pido. Has lo que quieras, pero no duermas ahí, tienes tu habitación. —Esta vez su voz suena cansada. Lo miro otra vez—. Hay muchos bichos peligrosos que pueden picarte y...

Un hogar para dividir contigo© [Todo contigo #2] PRÓXIMAMENTE EN PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora