Kassandra.
Siempre que paso por los pasillos siento como que alguien me estuviera espiando, tal vez son ideas mías, pero se siente en el aire algo incómodo, y por eso apresuro los pasos y me dirijo hacia mi pequeño escritorio que queda al final del tercer pasillo a la derecha, justo dónde se acaban las oficinas.
Mi pequeño escritorio da justo al lado de una ventana, donde a veces me asomo para ver transitar a las personas en la calle, y claro, observar de vez en cuando el cielo. Pero lo que más me gusta de estar allí es que apenas se nota mi presencia en el trabajo, ya que, al estar alejada de todo el movimiento, lo que hago es sentarme y esperar a la hora de almuerzo, y luego esperar otra vez a que den las seis de la tarde para retirarme, es una rutina simple pero efectiva, ya que aquello no me complica con mi segundo trabajo. Es que además de trabajar como ejecutiva de una sucursal bancaría, trabajo por las noches como cajera en un pequeño cine cerca de mi casa, no es muy buena la paga, pero gracias a ello, puedo pagar las cuotas del hospital de mi madre que está internada.
Mi madre lleva enferma más de un año y como solo somos las dos, tuve que arreglármelas y buscar dos trabajos para poder cubrir los gastos médicos, y gracias a esto a ella la cuidan bien en el hospital, de lo contrario no sabría que hubiese hecho. Sé que, al estar trabajando arduamente todo el día, hace que mi cuerpo lo resienta, ya que apenas duermo cinco horas diarias, pero vale la pena el sacrificio por mi madre que me necesita.
Lo malo de trabajar en ese cine como vendedora de entradas es que la hora de salida es un poco tarde, ya que en días buenos como los fines de semana, debo irme a las dos de la mañana, ya que ellos atienden hasta esa hora, y aunque mi hogar estar a unas cuantas cuadras de allí, igual me da miedo caminar sola por las noches, da mucho susto, sobre todo ahora que han habido una ola de asaltos, y casos muy peligrosos de secuestros que nunca son resueltos.
—Kassandra, vamos a ir a beber algo después del trabajo, quieres acompañarnos?
—Te lo agradezco pero tengo cosas que hacer.
Otra vez debo rechazar la invitación de una de mis colegas, por lo menos la señora Tatiana me toma en cuenta e invita. Sé bien que para los demás solo soy una más del montón que trabaja sin parar y que no tiene amigos.
Esa es la triste realidad de mi vida, así es como los demás me pintan, como la bicho raro que no es capaz de mantener una conversación decente con alguno de sus compañeros de oficina. Y para ser sincera, no es que no me agraden ellos, solo es que no soy muy sociable y por eso me aisló muchas veces.
Van a ser las seis. Tomo mi bolso, me miro al espejo que siempre ando trayendo guardado y solo veo un rostro demacrado y lleno de ojeras, es como si el cansancio se reflejara en mi rostro, y ni siquiera el maquillaje que uso puede taparlo.
Espero a que los demás comiesen a marcharse y cuando veo que quedan pocos me levanto del asiento y dirijo a la salida, me gusta usar más las escaleras que el ascensor porque nadie las usa, y prefiero no conversar con el resto. La verdad es que me gusta aislarme de las personas, sino fuera porque necesito este trabajo, jamás me hubiera atrevido a trabajar en una oficina.
Mientras bajo las escaleras otra vez tengo esa extraña sensación de estar siendo observada, miró hacia atrás pero no hay nadie, reviso las escaleras y estoy completamente sola, pero el aire se siente extraño, quizás si me estoy volviendo loca por tanto trabajo.
Respiro profundamente y continúo bajando las escaleras, en la puerta de salida está el guaria el cual voltea la cara para no despedirse de mí. Esa actitud la tiene desde que entre a este edificio a trabajar, pareciera que me ve como alguien insignificante, sin embargo, cuando va el jefe y los demás, les abre la puerta del edificio con una enorme sonrisa.
Al fin en la calle. La brisa fría me recuerda porque me agrada el invierno, cada paso que doy hacia el paradero de buses me relaja, la tensión que tenía en mi cuerpo por haber estado en la oficina desaparece como por arte de magia, y pensar que recién es día martes. Tomo mi telefóno y reviso el horario de trabajo en el cine, hoy entro un poco más tarde, a las diez. Así que tengo tiempo de dar un pequeño paseo por el parque aunque el día no está muy lindo, pero a mi parecer es perfecto, ya que hay menos personas allí.
Al fina aparece el bus, me subo y busco el asiento más retirado, luego me dedico a observar por la ventana y a escuchar música. El viaje es tranquilo pese a que en un par de paraderos más adelante subirá mucha gente.
Al bajarme paso a comprar algunas cosas en el almacén de la esquina. La señora que atiende es muy agradable y siempre sonríe cuando me ve, por lo que le devuelvo la sonrisa de manera amable también.
Al llegar a casa, me cambio de ropa y comienzo a ordenar, cuando dejo todo listo, salgo un rato al parque para caminar. Aunque hace frío es delicioso sentirse tranquilo, mirar el paisaje, el cielo, escuchar las aves, pareciera que no hay problemas en mi vida, pero de pronto me acuerdo de mi madre y la tristeza me embarga, ojalá pronto se recupere y regrese a casa.
Cuando regreso enciendo el tv y me como un sándwich con una taza de café. Ya son más de las ocho, así que me recuesto un rato en la cama y coloco la alarma a las nueve. Apenas pongo la cabeza en la almohada y cierro los ojos, escucho la alarma. —Carajo, ya son las nueve, pero si recién eran las ocho— me levanto de mala gana, con el cuerpo cansado y con deseos de seguir durmiendo. Pero eso solo dura por unos treinta segundos, ya que voy al baño, me lavo la cara con agua fría y despierto de una vez. Me observo al espejo y sé que es hora se continuar con mi rutina, lavo mis dientes y me cepillo el cabello. Después busco mi bolso y me dirijo a mi segundo trabajo.
El cine pese a hacer frío está lleno de gente, por estos días estrenaban los vengadores, esa película la quiero ver, pero no he tenido tiempo. He leído que es entretenida en las redes sociales. Las cuatro horas que estoy de cajera ocurren cosas a veces divertidas. He visto como novios se pelean y solo entra luego uno al cine, y he visto hasta declaraciones de amor luego de salir del cine.
Por suerte la hora paso rápido y ya voy de regreso a casa. Que extraño, otra vez siento como que alguien me estuviera espiando, volteo a ver, pero no hay nadie, tal vez si sea mi imaginación, a lo mejor he estado bajo mucho estrés este último tiempo. Apenas cruzo la calle y llego a la esquina del pasaje donde vivo, respiro más tranquilamente. Abro la puerta y enciendo las luces, coloco el hervidor y preparo la taza para tomar un café. Me encanta el aroma del café, es grato sentirlo. Una vez terminado me ducho y me voy a la cama.
Apenas pongo la cabeza en la cama y cierro los ojos, suena otra vez el despertador y son las seis. Y así me la paso todos los días de la semana, excepción del sábado y domingo que no voy a la oficina, pero si a trabajar en el cine.
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Viviendo un momento
FantasyEs la historia de una chica sacrificada que tiene que trabajar para pagar el hospital de su madre y de pronto conoce al amor de su vida.