Capítulo 8

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Era un fin de semana largo. Pablo salió a caminar y se encontró a Mariana. Pese a las pocas ganas que tenía de estar con él, Pablo le hacía bromas y lograba hacerla sonreír. Esto hacía que hubiera un poco más de confianza entre ellos. Entraron al cementerio y mientras recorrían las tumbas, Mariana comenzó a burlarse de la imágen de un difunto, sin saber que se trataba del padre de Pablo. Al enterarse, ella se quedó mal y se disculpó muchas veces con él. Luego de hablar por mucho tiempo, Mariana le confesó que era adoptada. Mientras tanto, Ana le comentaba a Mónica que necesitaba ayuda con su hijo, ya que no lograba que él y su novio, Sergio, pudieran llevárse bién. Mónica decidió ayudarla, con la excusa de invitar a Pablo a su casa para darle unas clases de cerámica. Pablo y Mariana comenzaron a husmear en un depósito de cadáveres que estaba sin llave. Cuando Pablo la ayudó a treparse, tuvo el agrado de tocar su cintura y sentir su cuerpo tan delicado y pequeño, haciendo que no le dieran ganas de soltarla. Cuando fueron descubiertos, Pablo tomó de la mano a Mariana y salieron corriendo. Ella se lastimó todos los pies y una vez que se detuvieron, comenzó a sacarle las espinas que tenía clavadas. Se demoró un poco revisando si no quedaba alguna, pasando sus manos con suavidad, en un gesto que se asemejaba mucho a una caricia. La relación entre ellos comenzaba a cambiar. 

Cruzar la noche (resumen de capitulos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora