01. ¿De dónde vengo?

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Capítulo uno: ¿De dónde vengo?

Podemos comparar distintas caídas que marcaron de manera significativa a la historia: desde el Imperio Otomano, hasta el Muro de Berlín, sin embargo, no hubo una que haya marcado tanto a Cinco Hargreeves como la destrucción sin excepción alguna de la Academia Umbrella.

Fuego, humo y ruinas, había mucho de cada uno.

Y no, no es que le doliera que la construcción se haya derrumbado, sino lo que esto representaba.

—¡Oigan! es hoy.

Número Cinco hace aparición frente a sus hermanos, agitado y desesperado.

—El apocalipsis sigue en curso, el mundo se acaba hoy.

Y luego de algunas conjeturas, el puzzle se armó: Harold Jenkins no era la causa, sino el detonador. Vanya era la bomba.

Un helicóptero, una salida a carrera y una bolera, se convirtieron en los siguientes escenarios de los Hargreeves.

El Super Star no se hallaba repleto, es más podría haber unos trece clientes, incluyendo a los desastrosos hermanos.

En resumen, hubo un intercambio de palabras hirientes, otras no tanto, aun así, no se llegó a una conclusión concreta.

Ahora, solo quedaban Diego, Klaus y Cinco, los únicos lo suficientemente maduros como para permanecer juntos, o tal vez no y únicamente no tenían a donde ir.

—Preferiría arrancarme el pie a mordiscos— eso dijo Cinco cuando una mujer le había ofrecido unirse al cumpleaños de su hijo, quien apenas rozaba los doce años.

Luego escuchó algo que lo desconcertó, como un objeto siendo deslizado por una especie de tubo. A paso rápido se dirige al dispensador de bolas próximo. Detrás escucha a sus dos hermanos criticarse, pero eso lo mueve a segundo plano.

—¿Cómo hizo para encontrarme? —susurra observando el mensaje para él de parte de nadie más y nadie menos que su antigua conocida, La Encargada, estaba seguro de eso.

«El tiempo sigue su curso, ¿O no?» lee el papel guardado en una de las galletas chinas de la suerte, ingenioso debía admitir, pero sin duda, lo más curioso era la dirección que allí lucía.

Así que, de un impulso, desapareció.

—Cinco, te estaba esperando—frente a él se alza una puerta semi cerrada color verde, era la habitación 12, y tras aquello la irritable voz de la complicada mujer.

Algo le decía que no estaba bien, como siempre ocurre en los encuentros previos con La Encargada, pero esta vez era distinto, un vacío se abre paso en su estómago.

Lo primero que ve es una mesa llena de comida china, luego unos zapatos puntiagudos, no tarda en reconocer a la propietaria de estos, sube la mirada y se encuentra con ella, lo observaba con un cigarrillo cerca de su boca siendo sujetado elegantemente entre sus dedos.

—Tanto tiempo—una sonrisa de superioridad decora su rostro, hay cierto brillo de malicia en sus ojos, eso le toma desprevenido, sin embargo, mantiene una postura seria, no dejaría que detectara debilidad en él.

—Tres días—responde el Hargreeves.

—Quizás para ti—hace una pausa aun sin abandonar su postura—, para mí paso mucho más desde la última vez que vi esos adorables shortcitos.

—Tuviste tiempo de curarte—señala.

—Por suerte para los dos, el tiempo es lo único que mi organización tiene en abundancia—da unos pasos más cerca al muchacho, Cinco puede notar como ella deja atrás un par de cortinas improvisadas con sabanas que esconden algo.

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