El deseo de sentir aquel dolor punzante de una bala sobre su piel nunca había sido tan fuerte como cuando el gatillo de Tawan sonó. Habían tres opciones; En primer lugar, había errado su tiro -Dios quisiera que hubiese errado su tiro-, de no ser así, el disparo no venía de su arma y Big había llegado lo suficientemente rápido como para no tener que lamentar ninguna pérdida importante, y en tercero. . . En tercero la cantidad de peso que tenía sobre el pecho no iba a borrarse jamás de la memoria de su piel.
No abrió los ojos. No pudo. Era tan jodidamente cobarde. . . Era lo que había aprendido a odiar pero él sabía que Tawan no iba a fallar dos veces, él mismo le había jurado una muerte y en su necedad no cabía la posibilidad de que lo lograra. Lo intentó una vez, y falló. Él lo hizo fallar y el peso en sus brazos no era diferente, pero tenía en él esa carga mortífera que no le dejaba terminar de comprender qué era lo que sucedía. En la habitación Porsche le había abrazado, su cuerpo temblando de pánico porque pensó que lo había perdido. . . Pero ahora no temblaba. Ahora no se movía, no había nada aferrándose a su pecho como si se le fuera la vida en ello y el líquido tibio que se arrastraba por la tela de su camisa le estaba informando que una parte de su vida no iba a volver a ser lo mismo nunca más.
No era valiente, ni fuerte. No lo era y lo supo en cuanto la primera lágrima rodó por su mejilla. No lo había visto, y no podía explicarlo, pero el sentimiento de vacío que se instauró en su pecho no se fue siquiera cuando la suave voz de Porsche lo llamó, diciéndole de alguna forma que ahí estaba todavía. Porsche ahí estaba, pero no lo estuvo mucho más, y él sólo pudo besar esos labios inmóviles que amaba, pidiéndole a Dios que todo aquello fuera una simple broma, una jugarreta del universo. . . El instante tierno y entristecedor de una mala serie de amor. No lo era y fue tan jodidamente doloroso escuchar las últimas palabras del amor de su vida, ese juramento que lo iba a perseguir por siempre. Él sabía que lo iba a perseguir cada día y cada noche hasta que ya no quede mundo que conocer, vida que vivir ni dolor que sentir
— En esta vida, encuéntrame en la luz del fuego — Le dijo, haciéndole reconocer que el brillo de sus ojos no era de vida, no era ese brillo que le había enamorado. Era el brillo de alguien que sabía que no iba a poder decir lo que deseaba durante mucho tiempo más, era el brillo de anhelo que pretende una última concesión. Los dos sabían que no iban a volver a abrazarse una vez más —. Y búscame. Búscame cada día en la próxima. Porque te prometo que no voy a dejarte ir así.
Y el ¨Te amo¨ que no pudo susurrar fue derramado por Kinn en forma de lágrimas sobre su pecho. Fue jurado ante la sangre que manchaba sus manos, y en el mismo fuego que se había encargado de destruir al fénix renacido que Porsche le había enseñado a ser
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Vestigios de un amor
FanfictionKinn era de esas personas incapaces de superar, pero, ¿Cómo alguien iba a juzgarlo? Su amor se había ido, se había convertido en pequeñas fibras que volaban en el viento cual mariposa asustada. Y era su culpa, era su maldita culpa. Lo sabía. Dos un...