mi esencia

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Que sentimiento único el de sentirse tan admirado. Filas de gente por donde veas, solo y para mí.

Nadie lo menciona y nunca me lo dijeron, pero estoy seguro de que los cuadros se mueren de envidia.

El foco, que da una luz blanca, me ilumina. Hace que sea yo quien resalte en esta gran habitación.

Veo que todos quieren una foto. Mucho no puedo hacer, no es que pueda cambiar el gesto de mi cara. Mantengo solo una expresión y supongo que transmito mucho.

Desde temprano estamos acá. Ya casi está por cerrar.

Observo como entra y sale gente. No me molesta el flash de las cámaras o celulares. No me molestan las miradas. Ni el ruido.

Me siento especial. Esto me hace sentir así.

En frente mio tengo un pequeño cartel, donde habla sobre mi. Nunca leí qué dice, no me puedo mover.

Son las nueve de la noche. Ya se va quedando vacía la habitación.
Comienzo a ver los cuadros.

Desde que llegué siento fascinación por uno en particular. El que tengo justo a unos metros.
Un atardecer, donde hay un árbol enorme. Nunca termina de crecer, sube y sube.

Cuando estoy aburrido tengo la costumbre de imaginar historias con los cuadros. Siento que pueden mostrar mucho, transmitir mucho.

Además, no me gusta la idea de que solo sean lo que muestran. Tengo la teoría de que si ves por un largo tiempo un cuadro sentís el frío de aquel que muestra la nieve; si observas el otro, sentís el aroma de la tierra mojada en ese que está lloviendo; y en el que me gusta, podes sentir la corteza del árbol.
Debe ser más que justo la parte que muestra.
Qué debe haber además de esas flores en un jardín, qué hay al lado, quiénes están.

Quedan las últimas personas. Poco a poco se van.

Ya no hay nadie.

Silencio. Calma.

Entran mis conversaciones. Pienso.

No puedo hablar. Así que es por eso que solo observo, me gusta observar.

No me puedo mover, sino también iría caminando por la habitación pasando horas mirando los cuadros. Apreciando detalles. Leyendo sus descripciones.

En esta habitación blanca, grande, con unos cinco cuadros a mi alrededor, soy quien resalta.

Por lo que tengo entendido, soy una escultura importante. Lo que quedó de ella.

Solo mi cabeza posada en medio de la habitación, protegida por vidrios que me cubren en su totalidad, algo sofocante. A su vez, un listón rojo me rodea.

Recién cierra el museo. De a ratos se escucha cómo se cierran las puertas. Hay mucho eco.

Solo queda esperar a mañana.

Creo que esta es la parte que no me gusta. Tantas horas rodeado de gente, viendo caras sorprendidas, admirándome.
Fotos, videos.

¿Por qué no es así todo el tiempo?

Tan acostumbrado al ruido, siento que me llega a doler el silencio. Ni siquiera tengo a alguien con quién compartir la habitación. La única escultura soy.

¿Será por mi? Debo ser tan especial.

Pero ahora no me siento así. Solo desde que las puertas abren, solo cuando veo miradas.

Es ahí cuando comienzo a sentir miedo. Qué será de mi el día que no tenga este lugar.

¿Y si en un tiempo me guardan? No quiero ser como otras obras donde solo las aprecian por fotos. Quiero que me vean, que estén. Acá está el valor, lo transmito. No una foto mia.

Estos pensamientos vienen seguido desde que puedo perderme en mi y apreciar cuadros. Pero no los que alguna vez vi o los que ya están acá. Cuadros que siento que podría haber pintado. Pero no puedo. Nunca se verán.

Me angustia saber eso. Solo acá, dependiendo de miradas para sentirme especial.

¿Será que no soy especial? Tal vez el valor que la gente encuentra en mi es solo por quién fue mi artista, y no por lo que soy.

Si en este momento pudiera pintar algo o hacer un autoretrato, sería esta misma habitación, con poca luz, donde el foco solo me alumbraría. Alumbraría una cabeza sin expresión, mirando fijo, serio. Rodeado de vidrios que forman una caja que lo proteje del contacto con la gente. Gente que tal vez no tenga un sentimiento por mí, que no le importe.
Una luz que resalta, solo apunta a mi cabeza.
Una obra tan sola, que se siente tan especial por estar en el medio. Por ser el centro.
Pero al fin y al cabo esto es. Soledad.

No puedo disfrutar ni siquiera de los cuadros que hay.
Hoy no.

El silencio sigue. Debe faltar mucho para que abran las puertas.

Me quedo mirando el árbol, ese alto. Nadie le presta la atención que se merece cuando hay gente.

Qué le falta a ese cuadro que no lo redean. Qué tan poco vale que no tiene vidrios a su alrededor.
Por qué no se siente peor que yo. Tal vez no se da cuenta de su valor. El valor que le dan.

Lo miro y sigo observando. Es obvio. No se siente peor de lo que me siento porque sabe que es más, que hay más en él. Tan alto, sin límites, sin encierros, libre. Lo observo y veo que se puede oir en él. Escucho paz.

No necesita lo que a mi me hace sentir especial.

Iluminado por luz natural, ese sol que da energía. No por un foco.

¿Por qué no sentirme así? Quiero eso, ese valor tan propio que tiene.

Me llena las personas que vienen por mi, pero qué tanto vienen por mi.
¿Pensaran en mi?

¿Transmitiré lo que ese cuadro hace conmigo?

Tal vez esto soy.

Lo único que quiero ahora es romperme, de alguna forma debo encontrar esa paz. Un árbol no puedo ser pero tal vez busque la manera de tener otra forma.

Si alguien me pintara, espero que sea con ruido, con aroma, con frio o calor. Que pueda dar algo, que llene.

Tal vez roto y cambiando de forma encuentre mi paz. Pero no sé cuándo.

Mientras tanto solo observo, anhelo y pienso.

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