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La brisa golpeaba suavemente su rostro, haciendo que sus ojos se entrecerraran ante la caricia con olor a mar. Sus labios color carmesí se ensancharon en una preciosa sonrisa difícil de olvidar.

No era la primera vez que lo veía por acá. Venía seguidamente al café a la misma hora.

Justo antes de la puesta del sol.

Con pasos lentos, pero decididos, se acerca a la barra para pedir su bebida favorita: un iced americano con hielo extra. Bajo su brazo reposaba un grueso libro que cambiaba cada semana y, de su ligera camisa entreabierta, colgaban sus gafas adornadas con una cuerda tejida a mano.

Luego de recibir su café, se sienta en la misma mesa de siempre, esa ubicada a un lado del balcón con vista al mar. Allí permanecía el tiempo suficiente como para lograr memorizar cada rasgo de su definido rostro; sus labios en forma de corazón, su nariz redonda y sus ojos rasgados. Cada vez que lo veía, trataba de resguardar cada pequeño detalle de él que luego serviría para mis bocetos que hacía a hurtadillas en el trabajo.

 —¿Por qué no lo invitas a salir de una vez en lugar de quedarte mirándolo por horas?

Susurra Lara en mi oído, provocando que diera un pequeño salto en mi lugar. Mi codo se resbala por la barra, golpeándome el rostro de paso.

 —Maldita sea, Lara —susurro, acariciando mi mejilla.

 —¿Si sabes que cada vez que viene al café te le quedas mirando por largos minutos? Tal y como una stalker haría —canturrea—, aunque bueno, quién no se quedaría mirando fijamente a tremendo bombón. Pero me parece raro que después de todo este tiempo viniendo al café, no se haya dado cuenta de tu...

 —Para, ¿si? Ya entendí —la interrumpo.

Mis mejillas inevitablemente se encienden en un tono rojizo que trato de esconder agachando mi cabeza avergonzada. Retomo la tarea olvidada por la presencia de aquel moreno y me limito a seguir secando los vasos con un trapo, evadiendo a toda costa la mirada clavada de mi amiga en la espalda. Continúo con los quehaceres por minutos, antes de rendirme y encararla.

Lara podía ser muy insoportable si se lo proponía.

 —Anda, pregunta —me resigno.

Aguanto soltar la carcajada al ver como me miraba con brillos en los ojos. Su cuerpo se apoya de medio lado en la barra, cruzándose de brazos para aparentar seriedad, aún sabiendo en el fondo que moría de ganas por soltar algún agudo chillido.

 —No sé... —Lara hace una mueca—. Se me hace algo extraño que cuando empezaste a trabajar aquí hace unas semanas, él empezó a venir más seguido de lo habitual.

 —O puede simplemente no ser nada, quizás tiene más tiempo libre o yo que sé. Nunca me he detenido a pensar en ello —encojo mis hombros.

 —Puede ser, pero...

Antes de que pudiese continuar, un nuevo cliente la interrumpe para hacer su pedido.

Agradezco mentalmente al señor canoso frente a nosotras. Sabía que mi respuesta no le había ayudado a sacar alguna conclusión, pero era la única que podía darle al tampoco saber las razones de aquel chico. Dudaba que su constante presencia se debiese a la mía, puede que simplemente le gustase el café de aquí, la vista o la música, ¡no sé! Podrían ser tantas cosas... 

Ese es el momento en el que los enamorados se reencuentran. ¿Sabías que todo está divinamente planeado? Aquí no existen las casualidades.





La tarde fue algo más ajetreada de lo que pensaba, tal vez se debía a que dentro de poco empezaría la temporada alta y la pequeña isla estaría nuevamente abarrotada de turistas.

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⏰ Última actualización: Dec 28, 2022 ⏰

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