Anne nunca se ha sentido apreciada por la gente de la ciudad y el hecho de que siempre esté con los niños que conforman El Club de los Perdedores tampoco es que la ayude demasiado, pero es el instinto innato materno que tiene el que provoca que inev...
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GUARDIAN | CAPÍTULO SEIS
❝ Las arañas me dan asco, pero no llego a tenerles miedo. ❞
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「 ＤＥＲＲＹ, ＪＵＬＩＯ １９８９ 」
El sonido de las trompetas y los tambores, las risas y las variadas charlas que había entre los habitantes de la ciudad junto a los vistosos colores propios de la bandera americana que se mostraba en diferentes decoraciones a lo largo y ancho de todas las calles de Derry, provocaba que los ojos de todos los menores se dirigieran hacia los numerosos globos que había esparcidos en cada esquina y que los adultos posteriormente comprarían en algún puesto ambulante de los alrededores para calmar las ansias de sus hijos por algo que luego olvidarían o que se escaparía de sus manos; tan solo había que mirar de vez en cuando al cielo para poder ver algún globo azul, blanco o rojo que se le había escapado a alguien y, sinceramente, era tan usual aquello que se preguntaban cómo era posible que los adultos continuaran comprándolos sabiendo cómo de irresponsables eran sus hijos.
El grupo de perdedores, en este caso, se reunió en uno de los callejones que daba a la calle principal por simple curiosidad para ver el desastroso desfile de cada año, sino para poder recordar a aquellos menores que, por razones superiores a lo que podían imaginar, habían sido olvidados con el tiempo incluso por sus propias familias y amigos, cosa que estaba empezando a pasar de manera similar con Georgie, solo que su memoria seguía viva gracias a Bill y a sus amigos que aún buscaban su paradero incluso cuando se imaginaban que el pequeño tal vez había sido llevado a una mejor vida no terrenal.
« Pobre hombre », pensó Anne mientras miraba en dirección a Richie, viendo cómo éste había robado a uno de los chicos del desfile su instrumento para empezar a tocarlo sin idea alguna.
— Dicen que han encontrado trozos de su mano destrozados cerca de la torre del depósito — comentó Stanley mientras observaba junto a sus amigos el poster de desaparición de Edward Corcoran, un compañero suyo de clase.
