U N O

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— ¡Hinata!

Suspiré cansada por enésima vez en la noche, una noche tediosa, por añadidura.

Miré a mi lado solo para comprobar, y sí, allí estaba la culpable de mi constante estrés: Sakura Haruno.

Y no, no estaba sola, estaba bien acompañada de la alcahueta de su amiga. Más estrés aún.

— ¡Hina, cariño! — Gritó hacia mí, y juraría que su aliento olía a más de tres tipos diferentes de vodka. No pude evitar hacer una mueca — ¡Vamos a jugar! — agarró mi antebrazo con su húmeda y pegajosa mano.

Sabrá Dios qué habrá agarrado, o a quién se lo agarró.

¡Te vas a divertir, ya verás! — y para el colmo, tomó mi otro brazo.

Si no quitas tus asquerosas manos de mí, te mato.

— Sakura, por favor — "por favor". Primera y última vez que usaré esa palabra. La próxima te atizo una bala por atrevida, perra — no tengo ganas.

Paciencia, menos.

— ¡Anda Hina, déjame ganar esta vez!

¿Ganar esta vez?

No entendí a qué se refería, hasta que Ino Yamanaka abrió la boca.

—¡Sakura!— le reprendió la otra estúpida; su tono de voz, sumada a sus expresiones corporales, la delataron descaradamente—. No le hagas caso, está borracha.

Si hubieras pensado un poco la mierda que acabas de decir, seguiría con la duda.

Los borrachos por más borrachos que estén, dicen lo que primero que se les cruza por la cabeza, por ende, son sinceros.

De inmediato descarté la hipótesis mental que había elaborado de antemano y, de manera intuitiva y, por supuesto, acertada, llegué a una conclusión: Me tendieron una trampa, una artimaña cliché y predecible para cualquier persona menos para la ingenua de Hinata Hyuga.

Evidentemente, no saben con quién se están metiendo.

— Está.. bien, entiendo.

Les seguiré la corriente mientras tanto.

☠️

— ¿Verdad o reto?

Juego para más de la mierda.

Qué puedo decir; hasta el momento no han dicho o hecho algo interesante. Del aburrido «quién te gusta» no han pasado. Preguntas estúpidas que solo incrementan mis ganas de cortarme la yugular.

De los retos mejor ni hablemos.

Me estoy durmiendo y ni siquiera he introducido una sola gota de alcohol, mi organismo está tristemente vacío, deprimido.

No creía en la abstinencia, hasta ahora.

— ¿Quieres? — miré hacia mi derecha.

Una persona equis me estaba dirigiendo la palabra. Intuitivamente miré hacia el porro de marihuana que me estaba ofreciendo.

Me negué: — No, gracias — sonreí tratando de ser amable. Cosa de la que me arrepentí inmediatamente.

— Soy Karin — no te pregunté —, Karin Uzumaki — completó.

— Hola, Karina — sonreí sin ganas, cómo quién, no quiere la cosa.

Y no, no quiero.

— ¡Karin, que soy Karin!

La Hija Del Yakuza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora