El 1 de octubre

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No había amanecido todavía cuando empecé a recoger mi ropa y a vestirme en la oscuridad. Hacía cinco minutos que había abierto los ojos y la estampa que vi me resultó tan poco familiar que hizo que me espabilara de repente. A mi lado, el sonido de una respiración hizo que me volviera.

Allí estaba, la chica de la cafetería estaba a mi lado, tumbada boca abajo, profundamente dormida, vi que estaba desnuda, como yo, entonces fue cuando tomé conciencia de la situación y de lo mucho que iba a cambiar mi vida a partir de ese día.

Todo comenzó seis meses atrás, un uno de octubre, cuando cambié de trabajo y empecé a trabajar como contable en una pequeña empresa que se situaba en el pueblo de al lado y empecé a ir a tomar café a una cafetería que había detrás de mi trabajo.

En mi primer día de trabajo, iba tan nerviosa que me presenté allí una hora antes de que empezara mi turno ya que en mi mente había dibujado mil escenarios en los que, por un motivo u otro, legaba tarde el primer día.

Como era tan temprano decidí buscar un lugar donde tomarme una tila o una valeriana, cuando encontré una cafetería muy coqueta, no era muy grande, pero estaba decorada de colores vivos y tenían una vitrina de tartas que quitaban el aliento. En ese momento no era capaz de dar un bocado, pero estaba deseando tomarme esa valeriana.

Entonces fue cuando la vi. Era la chica que atendía la barra, con una sonrisa me saludó y cogió mi comanda. Como era temprano no había mucha gente en la cafetería, entonces se acercó a hablar conmigo:

- Hola soy Marta. - me dijo.

- Encantada de conocerte Marta, soy Nerea. – Observé a Marta, que era muy guapa y ella me miró y alzó las cejas, esperando que le pidiera algo. – Una tila por favor, doble si puede ser.

Con una sonrisa me preguntó si estaba bien porque me veía bastante nerviosa, entonces le conté que tenía trabajo nuevo y que era mi primer día. Ella me deseó suerte y estuvimos hablando varios minutos hasta que sonó un mensaje en mi móvil.

"Suerte en tu primer día" era un mensaje de Marcos, mi novio, bueno, novio no, mi prometido. Llevábamos prometidos un mes ya y todavía no me acostumbraba a llamarlo así.

Le contesté un apresurado "gracias" y seguí conversando con Marta. Me había parecido una chica guapísima, con su pelo moreno y sus ojos marrones, no era muy alta pero se movía con mucha gracia. Era muy simpática, alegre, y atendía a todo el mundo con mucha amabilidad. Ojalá yo tuviera esa facilidad par socializar con personas extrañas. Cuando llegó la hora le pagué y me fui a afrontar mi primer día.

Todo salió bien y el día pasó volando, como también pasó volando la primera semana y el primer mes en el nuevo trabajo. Si algo tenían en común mis días era que antes de entrar a trabajar, me tomaba un café en la cafetería donde trabajaba Marta.

Todos los días me recibía con la misma sonrisa y ya ni me preguntaba lo que quería tomar, directamente me servía un café con leche al que en algún momento empezó a hacerle un corazón con la espuma. Hablábamos de todo, del trabajo, de la familia, de lo que hacíamos en nuestro tiempo libre... resulta que Marta era aficionada a la lectura, igual que yo y nos recomendábamos libros que comentábamos con ganas después de leerlos.

El único tema del que no hablábamos era de nuestras parejas. Yo sabía que ella llevaba poco tiempo soltera, me lo dijo una mañana y yo le dije que estaba prometida. Pero siempre intentaba no mencionar a Marcos cuando estaba con ella, no sé por qué.

Nuestra amistad dio un paso más el día que le dije que quería encargarle una tarta para llevármela después del trabajo para celebrar el cumpleaños de mi madre, pero no estaba segura de cuál porque todas estaban buenísimas (las había ido probando todas en mis desayunos antes del trabajo).

El 1 de octubreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora