A 2 pasos +

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Eros no podía conciliar el sueño y eso que lo había intentado. Toda la noche la había pasado en alerta y sin pegar ojo.

Todo por su culpa.

La prisión completa se encontraba en silencio, solo se podía escuchar las pequeñas esferas de Eros rebotar contra la pared, en un intento de poder distraerse y desestresarse.

Spoiler: no funcionaba.

—Merda, maledetto angelo. Me va a llevar a la ruina —lanzó esta vez más fuerte la pelota.

Dentro de nada sería la hora de salir a las duchas, y no podía esperar más, necesitaba despejarse y sacarse a esa abogada del diablo de la cabeza, la había subestimado. Tendría que cambiar toda su estrategia.

De nuevo se encontraba arreglando sus propias mierdas él solo y no le extrañaba.

—Arriba Maine, hora de ir a las duchas —abrió la celda Geoff mientras guardaba las esposas en sus bolsillos.

—¿No me las vas a poner? —preguntó Eros mientras se levantaba y se acercaba lentamente.

—Si ya te paseas por aquí sin ellas, además, vas a las duchas, te las voy a tener que quitar otra vez —aclaró con obviedad —. Ya es hora que te dejen andar sin ellas en los pasillos de prisión como los demás reclusos, ya no tienes tantas faltas de conducta.

—La verdad que me da igual estar con o sin esposas, sigo encerrado en este edificio de todas maneras —salió cerciorándose que guardó las pelotitas en su cajón.

—Que pesimista eres, niño.

—No se puede tener positivismo cuando estás viviendo en el infierno —comenzó a caminar lentamente —. Dime Geoff, ¿la abogada que viene a investigarme está trabajando con alguien más en la investigación?

—Creo que está sola, junto a algunos psicólogos e investigadores, pero según yo nada más —lo miró de reojo con una sonrisa luego de contestar —. ¿Te gusta la señorita Lane?

Sin poder evitarlo el joven miró hacía el suelo mientras negaba con la cabeza y soltaba una risa ronca.

—Me encanta, me gustaría más verla desnuda pero bueno, no puedo pedir mucho, los ángeles son muy recatados en el cielo, tendré que llevarla de paseo por aquí abajo algún día —se encogió de hombros —. Pero el hecho de que me esté retando cada vez que viene me enciende como no tienes ni idea, en los dos sentidos de la palabra.

—Pues te vas a tener que joder, porque dudo que pase algo entre vosotros, no vas a lograr que caiga en tus encantos como la psicóloga del año anterior —lo tomó del brazo, para obligarlo a andar más rápido.

—Fue un buen polvo la verdad —recordó mientras alzaba una ceja.

Terminada esa frase llegaron a las duchas. Geoff lo acompañó hasta el interior y volvió a salir para dirigirse a su siguiente labor. En las duchas se encontraban cuatro personas incluyéndose a él. Cuando ganabas los combates y te clasificabas tenías este tipo de privilegio, además de poder tomar una ducha con agua caliente.

Quitándose las prendas que lo cubrían, no pudo evitar soltar un pequeño gruñido en el vestuario, ya que la camisa rozó la herida reciente que había obtenido ayer, y que ahora decoraba su espalda. No era una herida muy grande, pero lo suficientemente profunda para que le escociera como nunca.

—Merda, maldito estafador.

En los combates clandestinos organizados en la presión, estaba completamente prohibido durante el combate de fuerza, el cual se trataba de una lucha libre mezclada con reglas del boxeo, usar armas. El contrincante de ayer al parecer se olvidó de las reglas y al verse atacado sacó una navaja de sus zapatos dejándole una gran brecha en la espalda.

Eros Maine: celda n°304Donde viven las historias. Descúbrelo ahora