-One shot-

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Permaneció con un gesto hosco observando el horizonte, la tensión era palpable en su párpado inferior de su ojo derecho para luego rascar casi con violencia su nuca mientras su mente permanecía en blanco por segunda hora consecutiva.

— No es más que una tontería, debería dejarlo pasar— exclamó el saiyajin disponiéndose a levantarse de la colina dónde encontraba.

Cómo sucedería con un destello de poder directo a rostro Bardock sintió que el dulce rostro suplicante de su esposa aparecía frente a él con las manos extendidas hacia él.

— Lo prometiste— le indicaba con voz baja como un susurro.

Bardock bufaba y en lugar de levantarse descargaba su puño con violencia hacia el piso provocando un agujero a su lado.

Respiró profundo obligandose a mantener la calma y observó de nuevo hacia el cielo mientras meneaba la cabeza.

— ¿Por qué no puedo negarle nada a esa mujer maldición...?— refufuñó para luego cambiar su gesto duro por una leve sonrisa, luego de que su mente le recordara la de ella.

Aquel día por la mañana el capitán saiyajin apenas despertaba había sido recibido por su mujer con un beso en los labios y una caricia en su mejilla, una pila de exquisita comida, banquete reservado para un día de victoria o festivo del planeta.

— ¿Qué es todo esto?— preguntó desconcertado y aún embelesado por las caricias de Gine.

— Ocurrió hace varios años, pero es algo que yo no podría olvidar— declaró Gine mientras le abrazaba por la espalda— se está cumpliendo otro año de estar juntos.

Bardock frunció el ceño, luego de todo ese tiempo aún buscaba hacerse el duro, aunque el enrojecimiento de sus mejillas lo traicionaron al instante.

¿Cómo podía recordar algo así? ¿De verdad era tan importante para ella?

La unión entre dos seres en Vegita era frívola conveniencia, la intención era procrear seres más y más poderosos, la relación que existía entre ellos, motivados por ella era única entre su raza.

Sus ojos llenos de dulzura lo miraban desde abajo con cierta ansia, el saiyajin intentó entender lo que ocurría, era todo un reto por qué era como un lenguaje distinto, algo que no le habían enseñado ni estaba seguro de entender, lidió con ello como lo haría en una batalla mera intuición.

— Imagino que yo debería tener algo por la ocasión— se aventuró a decir mientras tomaba un trozo de carne y lo masticaba.

Gine lo observó entusiasmada, extendió sus manos sonriendo con las mejillas sonrojadas.

— Esperaba estar equivocado— gruño para su interior el saiyajin.

Termino de comer en unos minutos, se levantó y la atrajó tomándola firmemente la cintura, ella se estremeció con el contacto.

— Iré por ello, ya vuelvo.— indicó.

Le observó dudando dirigiendo sus ojos hacia sus labios, ella adivinó al instante el gesto y lo besó para despedirse.

El saiyajin miró hacia todos lados entre las montañas áridas de su planeta, buscando que algo le diera una pista, algún indicio de que llevar.

A la lejanía algo llamó su atención, aquello, su vivacidad y belleza le recordaba tanto a Gine y se entraba allí sobresaliente y preciosa como su mujer en medio de todo lo hosco, crudo e inhospito.

Se levantó y se aproximó tomándolo en un movimiento rápido.

Ya era de noche cuando volvió a su hogar, Raditz su hijo mayor pasó corriendo delante de él mientras que Kakaroto lloraba con ímpetu.

— Gine— la llamó con voz grave y fuerte.

Ella se asomó desde una de las habitaciones y corrió hacia él. Bardock escondió lo que llevaba en sus manos detrás de su espalda sintiendo que su rostro se calentaba.

— ¿Y bien?— preguntó curiosa.

— Yo...pues...

— Él no deja de llorar— indicó Raditz.

La mano pequeña y curiosa de Kakaroto tocó la suya, Raditz lo había sacado llorando de su habitación buscando el auxilio de su padres, arrebato rápidamente lo que llevaba y al hacerlo dejó de llorar.

— ¿Flores?— preguntó Gine ladeado su cabeza.

Si hijo más pequeño balanceaba un pequeño ramo frente a ella. El capitán saiyajin tomo a su hijo en su brazos y bajo la mirada avergonzado.

— Probablemente es algo tonto, no sé en qué estaba pensando, son cosas tan comunes que pueden encontrar en cualquier sitio...

Gine puso su índice entre sus labios silenciándolo, tomó algunas flores de entre las que tenía su bebé y jugó con él provocando que sonriera.

Se acercó a Bardock y lo besó envolviéndolo por el cuello, Kakaroto sonrió emocionado sin entender la situación, Gine sin separarse y sonriendo miro a su esposo a los ojos.

— Son perfectas— le indicó Gine.

Obsequio perfecto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora