Inquisidor

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Era un completo estúpido.

Mientras sentía como los talismanes de restricción se estrellaban contra su cuerpo y como las cadenas mágicas lo envolvían, Wei WuXian no pudo dejar de pensar en lo estúpido que había sido.

Le habían tendido una trampa y él había caído en ella de cara, como un idiota.

Lo peor de todo era que no habían sido los odiosos cazadores de hechiceros, ni siquiera uno o varios de los cinco grandes inquisidores. Habían sido unos cuantos pueblerinos. Le habían tendido una emboscada fingiendo que necesitaban ayuda. Eso sí que era bajo, incluso para sus estándares. Aunque tenía que admitirlo, la recompensa por su captura era una de las más altas de todo el país. Se atrevía a pensar, con arrogancia, que quizá incluso de otros países. Y eso resultaba demasiado tentador para más de uno.

Pensó, divertido, que si creían que todas estas baratijas y hechizos de cuarta eran suficiente para retenerlo, entonces eran más idiotas que él. Deslizó la lengua entre sus afiladas muelas, listo para cortarse y hacer un hechizo con su propia sangre. Cuando el sonido de un guqin lo detuvo. Literalmente. Lo paralizó; y él no había tenido la precaución de invocar sobre sí mismo ningún hechizo de protección adecuada, los pocos que traía encima habían reventado con la estúpida trampa.

Entonces apareció él. Uno de los cinco grandes maestros inquisidores. Y maldita sea su suerte, no era otro que el poderoso HanGuang-Jun. No era la primera vez que lo veía en persona, se había enfrentado a él en un par de ocasiones. Pero aún así era impresionante verlo bajar de los cielos, sobre su espada, como un espíritu sobrenatural. Con sus inmaculados ropajes blancos, las inexpresivas facciones de jade y su larguísimo cabello ondeando al viento.

En cuanto los pies del inquisidor tocaron el suelo, cuarenta cazadores aparecieron de la nada. Lanzándole más hechizos para restringir su magia. Wei WuXian enfocó su pensamiento, extrayendo energía de las cosas vivas a su alrededor (de las cosas vivas, no de los humanos, aunque podría haberlo hecho. No era el monstruo que todos decían que era). Ese sencillo uso de la magia —sencillo para él, al menos—, fue suficiente para atraer a los elementales y espíritus de la montaña. En menos de unos segundos se estaba desarrollando una batalla campal a su alrededor. Eso estaba bien, le daría tiempo para deshacerse del paralizador hechizo del inquisidor. O eso pensó.

Haciendo gala de su poder sobrehumano, apenas con un ligero movimiento de su mano, HanGuang-Jun lo envolvió en más cadenas mágicas y lo alzó con una sola mano, remontando el vuelo en su espada, cargando con él. A Lan WangJi no le gustaba la idea de dejar a los cazadores a su suerte, luchando contra todas las invocaciones de Wei WuXian, pero atrapar al brujo de una buena vez era más importante.

—¡Nunca pensé que el noble HanGuang-Jun se rebajaría a esto para atraparme! —gritó Wei WuXian retorciéndose, en un intento de provocarlo. Si lo convencía de tener una pelea justa estaba seguro de que podría escapar. Como ya había hecho muchas veces antes—. Vamos, WangJi, luchemos justamente.

Él le dirigió una gélida mirada ante su irrespetuosa forma de dirigirse a él y lo hizo callar con un hechizo.

Wei WuXian dejó caer la cabeza, se sentía cansado. Ese día había estado experimentando con nuevos hechizos de su creación, que lo habían drenado demasiado. Pensó que quizá sería buena idea esperar y recuperarse, no sería la primera vez que se escapaba de los calabozos de los inquisidores. Aunque si era la primera vez que HanGuang-Jun lo tenía en sus manos.

Cuando llegaron al monasterio, lo arrojaron sin miramientos a una celda, aún cargado de cadenas. Wei WuXian se sentía más recuperado ahora; se mordió la lengua e hizo caer en segundos las ataduras que lo retenían, sabía que eso no sería suficiente para escapar, pero le gustaba alardear de su poder frente a esos arrogantes cazadores. De todas maneras esta fanfarronada era lo máximo que podía hacer, considerando los hechizos de restricción del lugar. Comenzó a recorrer la celda, despacio, buscando algún hueco, algún error en sus protecciones. No los había. Cerró los ojos percibiendo la energía de los símbolos tallados en todas las superficies a su alrededor, la energía era cálida, pero no desconocida, estos hechizos habían sido colocados por HanGuang-Jun en persona. No solo eso, no eran hechizos de restricción genéricos. Estos estaban diseñados única y exclusivamente para él. La pesada puerta podría estar abierta, cada persona en el recinto podría entrar y salir a placer. Menos él.

Inquisidor [WangXian]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora