CAPÍTULO II

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Encrucijada



Más de media hora, es lo que Sanzu llevaba debatiéndose sobre lo que debería hacer con la persona inconsciente sobre la hierba. Se sentaba, se paraba y caminaba en círculos o línea recta. Según él, estar en movimiento le ayudaba a pensar mejor en una buena solución para la caótica situación.

—¿Debería llamar a Mikey? —Se preguntó así mismo mientras iluminaba el rostro mal herido—. Seguramente en estos momentos debe estar como loco buscándote Takemichi.

Pensando en eso, Sanzu recordó algo muy importante que estaba pasando por alto. Así que se apresuró a revisar el cuerpo de Takemichi. Reviso sus manos, nada; reviso sus muñecas, nada; por último, reviso su cuello, un suspiro de alivio salió de su boca cuando no encontró nada tampoco.

Se preguntaran el porqué de la inusual actitud de Sanzu, simple; había tres accesorios especiales: una pulsera, un anillo, y un collar. Ya sea uno u otro, Takemichi siempre tenía que llevarlo consigo obligatoriamente. Estos tres objetos contenían un localizador GPS que le permitía a Mikey saber cada uno de sus movimientos y la exacta ubicación de Takemichi. El argumento que daba para tomar ese tipo de medidas drásticas era por la gran cantidad de enemigos que tenía, por ello debía asegurarse de que su tesoro no corriera ningún peligro.

¿A quién quería engañar con eso? Por lo menos no a Sanzu, él más que nadie sabía muy bien que el 80% de esa excusa era mentira. Como sea, lo importante era que Takemichi no traía consigo ninguna de esas cosas sobre su cuerpo, de lo contrario estaría en graves problemas.

Pero fuera de todo eso, Sanzu estaba más intrigado por el hecho de que había ocurrido para que Takemichi terminara en ese estado y en ese lugar. Quizás uno de los tantos enemigos de Mikey, que sabían que Takemichi era su punto débil, lo había secuestrado y este logró escapar. De todas las posibilidades pasando por su mente, esa era la más probable para Sanzu. No pudo evitar sonreír divertido al pensar en el pobre desdichado que permitió tal atrocidad. Era seguro que aquel trío de bestias estaba teniendo un momento muy divertido con él.

En fin, en vista de que Sanzu aún no podía decidir lo que haría con el tesoro del líder de la Kanto, optó por llevar a Takemichi a su madriguera. Necesitaba tratar sus heridas lo antes posible si no quería que en verdad muriera, ya después pensaría con calma en que hacer a continuación.

Después de hacer una llamada, Sanzu tomó con cuidado en brazos a Takemichi y levantó el cuerpo aún empapado. Un jadeo de sorpresa salió de su boca al sentir el ligero y delgado cuerpo. ¿Cuánto tiempo estuvo secuestrado? ¿Siquiera le daban de comer? ¡Dios! Este chico no pesaba casi nada; estaba prácticamente en los huesos.

Iluminando su camino con su pequeña lámpara, rodeo la pila de escombros donde había estado anteriormente, los restos de unas bardas aparecieron ante sus ojos. El musgo y la maleza ya habían hecho lo suyo con ellas, pero aún se mantenían en pie. Sanzu nunca hizo nada por arreglar ese problema, ya que para él eso era un perfecto camuflaje para su escondite.

La entrada a su escondite estaba oculta detrás de una abundante cortina de enredaderas. Luego de caminar un tramo por un angosto pasillo bajó por unas escaleras, al final de estas había una puerta. Detrás de esa puerta, estaba el nuevo hogar de Sanzu.

Después de cerrar la puerta tras de sí y presionar un interruptor, una fila de cinco lámparas con luz intermitente iluminó un largo y amplio pasillo en forma de "L". A lo largo del pasillo vertical de cada lado había cinco habitaciones; una de ellas al final, es un cuarto de baño, otra al principio es la sala comedor, frente a esta, el estudio donde Sanzu trabajaba, el resto sólo son dormitorios sencillos. Por último, el pasillo horizontal, solo es eso, un pasillo, pero al final de este, se puede ver una puerta de seguridad; está es la única vía de acceso al lugar seguro de Sanzu.

𝐑𝐞𝐬𝐢𝐥𝐢𝐞𝐧𝐜𝐞 【𝐓𝐚𝐤𝐞𝐦𝐢𝐜𝐡𝐢 𝐱 ¿?】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora