5. 𝑱𝒖𝒆𝒈𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒎𝒆𝒔𝒂

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— ¿Qué dices? Claro que no.


El silencio reinó en lo que hace unos segundos era la cálida sala de estar. El momento y la burbuja tan llenas de comodidad en la que los tres hombres se encontraban explotó de pronto con sólo cinco palabras.

El azabache, quién sólo había formulado una inocente y coherente pregunta agachó las orejas, sintiendo con rapidez como el ambiente se rompía y se tensaba fuertemente.

Los ojos verdes profundos con esas agudas pupilas se clavaron en los burlones ojos dorados del castaño que había soltado esa frase con un tono burlesco. El albino clavó sus felinos ojos en los otros, queriendo leerle la mente a ese híbrido de búho.

Una dulce risa se hizo presente antes que cualquier palabra de por medio, y los movimientos llegaron de nuevo; el menor de los tres híbridos seguía atrapado entre los grandes cuerpos de los otros, así que comenzó a moverse para salir de allí.

Haha, si es que es una estupidez, ¿cómo vamos a ser novios? — Rió Alejandro mientras se movía entre los dos híbridos — Necesito... Ahí, ajá — tuvo que ingeniarselas para empujar al moreno suavemente y salir del reducido espacio entre los pechos de los dos.

— ¿A dónde irás? — Willy fué quien secundó la idea de salir corriendo de ahí, y mientras veía al gato negro acomodarse la gran camiseta, miró al mayor.

— Chicos, chicos, que era una broma, jo, ¿tan malo soy? — Fargan rápidamente reaccionó y se dió cuenta de su error. Había sonado demasiado real.

Mientras el de ojos esmeralda quiso decir "eres terriblemente malo, David Alonso", las palabras se las arrebató el más pequeño, que volvió a reír con suavidad y esa dulzura que sólo tenía él.

— Claro que no, sabemos que es una broma, ¿por quienes nos tomas, Fargan? — El ojiazul le miró con diversión mientras tomaba una de las mantas y se envolvía en ella.

— Yo pensé que... Lo habían tomado en serio — el moreno soltó un suspiro de alivio y rió lentamente, mirando a los dos felinos que estaban atentos a él — Claramente no somos novios porque no os lo he pedido.


Se levantó de su asiento, indeciso de qué movimiento debía ser el siguiente. ¿Por qué de pronto ya no le salía tanta naturalidad con ese par?

Su cabeza se dividió en dos: una parte de él quería tomar a Alex y abrazarlo, y la otra parte quería tomar a Willy y hacerle sonreír. De pronto se dividió, y no supo cómo repartirse entre las dos atentas miradas que se posaban sobre él con curiosidad.

Ahora fué Willy quién rió, y justo como el azabache lo había echo antes, tomó una de las mantas del sofá y se la echó al hombro.

— Eres pésimo con los chistes, rata. — El albino sonrió con malicia y caminó hacia el lado contrario de la sala, dirigiéndose a la habitación principal, la que pertenecía a Fargan.

Pero antes de continuar con su caminar, atrajo a Alex hacia él con un pequeño jalón por el hombro y le obligó a caminar a su lado. Dejado a David en la soledad de la sala de estar.

Los dos felinos llegaron a la habitación y comenzaron a arreglar la cama para dormir ahí.

Desde que esas extrañas rutinas de visitar la casa del brujo y su novio doctor, se habían instalado en la pintoresca casa del búho. A pesar de que esta contaba con dos habitaciones más, a los tres les gustaba la idea de dormir juntos.

A veces porque les parecía una pijamada y las risas eran la escencia que les hacía alegrarse, y estando en la misma habitación toda la noche esto se lograba con facilidad. Eso, o porque había días en los que los híbridos de gato llegaban tan agotados y anonadados por las pociones de Luzu, que era imposible para el castaño llevarles a otra habitación.

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