Capítulo 5

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– Nunca va a pasar, Bane, – Alec finalmente dijo.

– Nunca digas nunca, Alexander. Vamos al piso de construcciones, ¿bien? – Magnus dijo, caminando hacía la puerta, esperando que Alec le siguiera.

Fue después de al menos cincuenta horas de su tiempo donado, que las paredes de Alec comenzaron a romperse. Se las había arreglado para mantener las cosas profesionales, pero Magnus se esforzaba en que no fueran así.

Siempre sosteniendo su mano más de lo necesario, dándole pequeñas caricias, cruzando el espacio personal de Alec... se sentía como un juego de Jenga, y Alec sentía que en cualquier momento iba a mover la pieza que haría que Alec se derrumbara.

No dormía bien y comenzaba a cancelar cada vez más las citas con Lydia. Aun le visitaba los domingos de familia, pero eso era más porque su madre la invitaba.

Cada vez que ella le decía algo, Alec culpaba al trabajo. Y cada noche, Alec se encontraba reviviendo cada momento pasado con Magnus. La forma en que Magnus se movía, cada palabra que le decía, cada aspecto de su rostro. Ahora, vivía anhelando por esos momentos, viendo el reloj para que fuera la hora de volver a ver a Magnus.

No entendía lo que le estaba pasando, y no tenía a nadie con quien hablarlo.

La culpa era la peor parte, sentirse atraído por un hombre. Sentirse atraído por alguien más, teniendo una novia. Culpa por no poderle decir a nadie más.

Alec prefería que las reuniones fueran en la tarde noche, así podría volver a casa inmediatamente, y nadie en el trabajo notaría lo afectado que Alec quedaba después de ver a Magnus.

Usualmente llegaba antes que sus padres, y Max nunca prestaba demasiada atención, así que así nadie le notaba.

Ese día había quedado de verse con Magnus en el almacén. Esa noche llovía por lo que rápidamente entraron a lo que parecía sería la zona de la pista de baile. Estaban discutiendo algunos detalles cuando el cuidador le dijo a Magnus que había un problema en el pasillo que llevaba a los baños.

Siguieron al hombre hasta llegar a una pared blanca al final del pasillo.

– ¿Pueden ver que está mal? – el hombre preguntó, señalando a la pared

Magnus sostuvo los planos en alta para que Alec también pudiera ver. Alec frunció el ceño, y se acercó aun más, sin siquiera ser consciente. En un segundo, se encontró aspirando el perfume de Magnus Bane, haciendo que su cabeza girara, y cerrara los ojos.

– Debería haber un cuarto aquí. –

Alec salió de su ensoñación por el sonido de la voz de Magnus. Jesús, ¿Qué había pasado? Rezó porque Magnus no hubiera notado nada.

Mientras Magnus y el trabajador discutían el tema, Alec se dejó caer en la pared, con el corazón latiéndole a gran velocidad. No podía seguir así. No podía seguir escondiendo lo que Magnus le hacía sentir.

– Haré que los hombres se encarguen, – dijo el hombre, antes de retirarse.

Dejando a Magnus y Alec solos. Alec miró la espalda de Magnus, ambos en silencio. No sabía como es que iba a poder seguir enfrentando a Magnus. Quería que Magnus se girara y a la vez le aterrorizaba lo que podría llegar a pasar.

Alec sentía que el tiempo se había detenido, ¿seguía respirando siquiera? Todo lo que podía escuchar era el fuerte latido de su corazón.

Finalmente, Magnus se giró. Alec consideró la posibilidad de actuar como si nada pasara, pero ya no se creía capaz. Se sentía vencido.

Hasta Que Te ConocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora