Sasha era una veinteañera tan normal como yo, hacía las cosas que una persona de su edad y con sus mismos gustos haría todos los días, era hermosa, y lo sabía, aprovechaba esto de vez en cuando para sacar beneficios de su belleza, valiéndose de los pobres diablos que frecuentaban las discotecas más populares de la cuidad. En el día era tan ordinaria como se esperaría, pero en la noche, sin siquiera notarlo, Sasha se transformaba en algo que desconocía, sentía como desde su interior se abría paso una bestia hambrienta de dolor, del dolor de otras personas, hambrienta de ese dolor que la gente se empeña en esconder en lo más profundo de su ser, dolor escondido que carcome por dentro y destruye todo a su paso. En eso era experta, en sacar el dolor de sus víctimas y sentirse extasiada, vivir por y para ese dolor, solo en las noches... Sasha nunca entendió los porqués de su otra personalidad, sentía que en las noches algo tomaba control de su cuerpo pero no sabía describirlo, o así me lo dijo la única vez que hablé con ella.
Nunca hablamos mucho, siempre la observaba de lejos, la veía pasar, hablar, beber y follar, la veía de día, de noche, siempre la vi, siempre hizo parte de mí, y cuando la verdad me golpeó de frente supe por qué nunca tuve el valor de hablarle, a excepción de esa única vez. Fue una noche de viernes, en un famoso bar de la ciudad en donde reuní un poco de valor y me senté a su lado, ni siquiera volteó a verme pero sabía que yo estaba allí. Pidió una bebida y justo después de dar el primer sorbo me contó todo, me contó quién era y quién había sido; me dijo quién quería ser, me habló de toda su vida como si recién hubiera vivido cada momento, me contó cómo sufrió de niña los abusos de sus compañeros, como sufrió mientras llegaba a la pubertad al no sentirse cómoda consigo misma, me dijo las veces que se burlaron de ella y como sus amigas la abandonaron, como su madre siempre la odio y como tres hermanos hundieron su tranquilidad, y como el día a día se volvía cada vez más insoportable, veía la tristeza en su mirada, la sentía por todo mi cuerpo, pobre Sasha.
Relató toda su vida con una naturalidad tan extraña que sentí que yo era ella, que yo vivía lo que contaba, que fue a mí a quien le pasó. Cuando hubo terminado su relato, de un sorbo se acabó su bebida, se levantó del asiento y me dijo:
-Pero tú ya sabías todo eso - Luego de eso se fue sin más.
Después de eso nunca más la volví a ver.
Pasaron días y noches enteros que se fueron convirtiendo en semanas y a la vez en meses, meses en los cuales me olvidé de su existencia, en los que mi mente no reconocía a ninguna Sasha, se había borrado por completo de mi memoria. Hasta que después de dos años y medio, la recordé, recordé todas las veces que la estuve espiando, todas las veces en las que intenté armarme de valor para hablarle, todas las veces en las que la vi salir de los apartamentos de sus amantes, las veces en las que la vi salir de las discotecas, sola algunas veces, acompañada otras, recordé, como si hubiera sido ayer, la noche en la que como si nos conociéramos de toda la vida, se atrevió a contarme su historia.
Y en ese momento lo supe.
Supe que Sasha nunca existió, que su vida, tan efímera y confusa nunca fue algo real, nunca fue algo tangible, me di cuenta que Sasha estaba formada de los traumas y anhelos de alguien más, nunca hubo nadie que se paseara exhibiendo su belleza por las discotecas y bares más concurridos, nunca hubo nadie que saliera de departamentos de hombres ricos, porque estos hombres ricos salían sin compañía, nunca existió esa noche en donde una mujer se abrió completamente para mí y me contó toda su historia, nunca existió esa mujer, porque esa mujer era yo.
Sasha fue una extensión de mis traumas, fue una extensión de mis recuerdos, Sasha en la noche fue lo que siempre quise ser, fue la mujer despampanante y abierta que conseguía a quien quisiera con un chasquido de sus dedos, Sasha fui yo, queriendo buscar la salida a la vida que me aquejaba de día y de noche, por muchos años. Yo misma creé a Sasha, sin siquiera darme cuenta de que me estaba obsesionando con la parte más enferma de mi mente, me estaba obsesionando conmigo misma. Dure dos años y medio sin recordarla porque estaba internada en un sanatorio mental, llena de drogas que ni siquiera me dejaban recordarme a mí misma, perdóname Sasha, porque dejé que se apoderaran de mi cerebro y te borraran de mis memorias, perdóname por crearte en un mundo lleno de sufrimiento y dolor, perdóname por hacerte ser un monstruo que se alimenta del dolor de los demás. Nunca le hablé porque hubiera sido enfrentarme a mis propios demonios, hablar conmigo misma, tuve el valor de darle vida, pero no el valor de encararla.
Después de casi tres años, de pie sobre el borde de este puente a punto de dar el salto que al fin me traerá paz todo tiene sentido, sus relatos me llenaban de dolor porque eran los míos propios, era mi tristeza, mi ira y mi melancolía. Finalmente me doy cuenta de que el día en que Sasha se detuvo no llegó, porque Sasha nunca existió, Sasha siempre fui yo.
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Cuentos y Escritos
RandomRecopilación de historias cortas, poemas o cuentos de mi autoría. Disfruten