Un auto rudimentario en movimiento viajaba por las desoladas tierras de Nueva Muret, había una linterna en el suelo del transporte, su luz era bastante potente, iluminaba la cara de los 6 soldados presentes.
-Y tú, ¿cómo terminaste aquí? – Mencionó uno de los hombres del lugar a su compañero de al lado.
- Es una larga historia, pero creo que falta mucho, aún soy joven. – Un sentimiento de decepción se apoderaba de las palabras del chico mientras hablaba, suspiró al final – Pero ¡hombre! Tu ya debes de ser veterano, tienes cicatrices en toda la cara y tus canas sobresalen en tu barba, de seguro tienes buenas historias.
- No sé cuan bueno sea decir que mis compañeros murieron, pero las penas son del ajeno, uno debe sonreír. – Gritó el hombre, enérgico.
- Quisiera esa felicidad, mejorar ha de ser difícil, mas cuando cometes tantos errores. – Exclamó el chico con pesadez.
- Tu no tienes ni una arruga, es triste que empuñes un arma a esa edad y no disfrutes, pero igualmente a tu edad, no deben de haber pecados tales que no te dejen mejorar.
- Tienes razón, perdóname por mi pesimismo.
El auto se detuvo en seco, la lampara se quebró y su mecha se apagó, los soldados envueltos en nervios tomaron sus armas, el viejo con un rifle rudimentario, todos miraban al joven, extrañados, poseía solo un cuchillo en sus manos, su uniforme era en su mayoría tela y no roca sólida, y vieron allí, un campo lleno de lirios negros, o talvez, un campo abastecido de soldados muertos.
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Daexa: Rojo encarnado.
FantasyEn algún punto de nuestras vidas, desembocamos desdichados arrastrándonos en pena, tragamos tierra con solo gusanos y semillas, nos volvemos en la personificación del humano humillado, mas sin embargo, no somos humillados por el ajeno, sino que por...