Ella miraba el cielo, cerraba sus ojos y en ese instante aparecía él, con su cabello oscuro y sus ojos celestes como el cielo, tomaba su mano y la llevaba a las nubes, jugaban, hablaban y se divertían. Un día, él le mostró la parte más alta de la nube en la que estaban, tenía una especie de escalera que conducía a la cima, subieron y se quedaron allí, disfrutando el hermoso atardecer, para luego volver a abrir los ojos y regresar a la tierra, a consumirse en esos pensamientos que tanto la abrumaban.