IV

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IV



Ya eran las tres y media de la tarde. Camilo hacía de violinista a las charlas intimas que tenían Giss y Manuel. Desde que se sentaron en el edificio B hace media hora, Camilo no ha dicho ni una sola palabra, parecía invisible cuando sus dos amigos se juntaban. Sin embargo, Camilo no lo veía de esa manera, porque allí sentado solo visualizaba la forma en que él debía comportarse con su novia, cosa que no ha hecho desde hace unos buenos meses.

No le mentía cuando le dijo a Daniel que tenía problemas con ella, pero sí le escondía algo que no planeaba decir. Tampoco quería pensar en eso hoy, pues el consejo que le dio su amigo era certero, aunque él quería al menos regalarle algo. Pensó durante sus minutos en silencio qué debería darle: se debatía entre una carta, dinero, una promesa o nada. No se percató nunca de cuando Manuel se había ido. No fue hasta que Giss le sacudió y le quitó la música que se enteró que seguía con ellos y no soñando con cosas perfectas. Camilo rebuscó con la mirada a su trigueño amigo, pero solo se encontró con ella: su castaña mejor amiga.

―Si buscas a Manuel, se fue hace unos minutos.

―Dios, ¿cuánto duré así?

―Si te soy sincera, no sé.

―Bueno, te pregunto a ti cuando ni siquiera sabías si seguía aquí por estar viéndolo a él ―comentó con gracia, logrando que se sonrojara―. ¿Te gusta?

―No sé, hasta ahora me doy cuenta de las cosas que hace y dice ―confesó y sonrió por lo bajo―. Cuando empezó a juntarse más con nosotros, cuando Danny lo traía cada vez más seguido, me parecía alguien extra. Ahora, con todo lo que pasó, me estoy dando cuenta de quién es.

―¿Y solo fue así?

―No como tal. Él me miraba de vez en cuando y yo hacía lo mismo.

―Muy escondido entonces no estaba.

―Ahorita caí en cuenta de que la vez pasada que fuimos al centro, él no paraba de echarme el ojo y ponerme atención ―agregó.

―Sí, todos nos dimos cuenta ―dijo con una sonrisa ladina―. ¿Es el primero?

―No. En Güepsa tuve una relación, pero no fue la mejor ―repuso con voz baja―. Creo que éramos muy jóvenes. Ahora es un poco diferente...

―¿Entonces... Manuel? ―Preguntó para cambiar de tema al ver la mirada de su amiga.

―Parece que todo el salón se ha dado cuenta ya, ¿no?

―Creo que desde la vez que me contó Danny que en una exposición tu grupo se quedó callado sin nada que decir, y ustedes dos se vieron esperando a ver quién decía algo ―recordó con asertividad―. Fueron los únicos dos en hablar y desde ahí empezaron con el juego de miradas al complementarse.

―¡Qué pena! ―Chilló entre risas―. ¿Crees que de verdad él sienta algo?

―Creo que él ni sabe todavía que te quiere. Hasta diría que tú sabes primero que él te quiere, cuando él no sabe ni donde está parado. A veces es todo lentico.

―Tan pasado con él ―se quejó, dándole un golpe en su hombro―. Se ha portado muy bien estos días con nosotros, en especial con eso del cadáver.

―Sí, fue la única persona que nos creyó sin siquiera haberle dicho nada.

―Sin duda es alguien con el cual confiar ―dijo ella, acabando con ese tema―. ¿Qué tal va todo con tu novia?

Hasta Que La Muerte Nos Separe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora