Despertó por las hélices que cortaban el aire en el cielo justo sobre su casa, o mejor dicho escondite. Era las 10 de la noche (él solía dormir en las mañanas para trabajar de noche, era menos riesgoso). Miró por la ventana tapada en tablas, vivía en un cuarto piso, por lo que la vista no quedaba corta, calles que se extendían hasta donde el ojo podía ver tapadas por edificios gigantescos que llegaban más arriba de las nubes, todos con luces blancas y verdosas que trataban de iluminar la ciudad de manera impresionante, sin embargo, todo era oscuro a causa de la "niebla" que cubría todo el suelo tanto de noche como de día. Las personas se decían a sí mismas que era niebla para ignorar el hecho de que es humo, humo que hacía arder los ojos y la nariz al estar fuertemente en contacto con este. El helicóptero que le despertó estaba de paso y se dirigía ahora al techo de un edificio, probablemente con un ejecutivo de clase alta de una de las compañías cuya fachada no engañaba a Lux. Antes de retirarse, miró el cielo con un cierto aire de esperanza, pero se fue desilusionado.
Abrió su refrigerador, en él, unas manzanas machucadas, un jarrón de leche envuelto en una bolsa (probablemente descompuesta), un pote con mantequilla y dos huevos. Sacó la mantequilla y se los hizo con unos panes añejos que había robado hacía unos 2 días. Se los comió con un vaso de agua con un sabor metálico que salía de la llave del lavaplatos. Al terminar procedió a vestirse, tomó unos jeans negros, se puso unas botas negras y para arriba un polerón sin cierre, tapado con una casaca azul oscuro. Era mejor mantener ropa oscura, se les hacía ligeramente difícil de ver en la oscuridad a las sombras. Las sombras, era así como los del bajo mundo bautizaron a los altos soldados vestidos con armaduras negras que rondaban en la noche "manteniendo el orden". Fue a mirarse al espejo, sin saber a quién miraba o quién le miraba de vuelta. Estaba confundido consigo mismo, una de las desventajas de crecer sin destino, sin una guía, sin nada. Al costado del espejo, pegados de mala forma, había unas fotos, unas montañas verdes por sobre las cuales iluminaba el sol tiñéndolas de un naranja suave y debajo de esta, una foto desgastada de una mujer de pelo liso castaño y ojos verdes. Su madre. La miró, nostálgico. Hacía más de 8 años que ella había muerto, una enfermedad que nunca supieron qué fue puesto que, de haber ido al doctor, probablemente le hubiesen quitado a su niño. "De qué sirvió al final..." pensó él. Entonces se enfocó en la foto de arriba, las montañas, algo le apenaba, algo que le perseguía desde hace días. Unos golpes a su puerta le devolvieron a la realidad. Dos rápidos, seguidos por tres golpes lentos.
Al abrir, vio a su amigo, vestido totalmente de negro, con unos grandes botines y unos pantalones que claramente no eran de su talla.
- ¿Listo? - Preguntó el visitante.
- Dame un minuto, entra. - Al entrar su amigo, Lux se asomó por la puerta, miró a ambos lados para ver si algún vecino curioso les observaba, pero no había nadie, así que se entró.
- Bro se suponía que estarías listo, tenemos poco tiempo.
- Ya lo sé, me quedé dormido. Déjame buscar mi equipo y vamos.
- Los chicos ya deberían están allá, deben estar enojados.
- No importa, llegaremos.
Entró a un armario, movió toda la ropa que tenía colgada y con un poco de esfuerzo, sacó una tabla de la pared para encontrar decenas de latas de grafitis de todos los colores. Tomó los más vivos que tenía y los repartió en dos bolsos que, sorpresivamente, requerían mucho esfuerzo para poder cargarlos. Se repartieron uno cada uno y partieron.
En el viejo edificio en el que se encontraban vivía poca gente, todos escondidos de las patrullas que los buscaban. Claro, no todos eran criminales, más bien indigentes, artistas, revolucionarios que querían cambiar las cosas. Por suerte aquel sitio no era revisado frecuentemente por las autoridades, al contrario, solo había unos 2 o 3 roces por mes debido a que siempre tenían algo mejor que hacer, desde ir a detener indigentes, a balear artistas callejeros por las noches. Muchas veces hacían vista ciega, no por compasión, sino porque desde su punto de vista ellos eran superiores a todos. ¿Qué hace una persona cuando ve una hormiga en el suelo?, ¿la invita a entrar a su casa y le sirve comida? ¿Intercambia números de teléfono con la hormiga? ¿Entabla una conversación con ella? No, depende del estado de ánimo. Si la persona quiere, pasa de largo y no le da importancia, después de todo, qué le importa lo que piense o haga el insecto. Pero si uno se enfoca más, simplemente la aplasta. Esa era la ideología de las autoridades según Lux, sus amigos, y las personas que habitaban el viejo edificio.
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Lux Lyra
Science FictionLyra, una chica lidiando con la ansiedad y el estrés de sus duras responsabilidades. Lux, un chico hundido en la tristeza de vivir en un mundo donde la soledad es su única compañía. Ambos se necesitan, ninguno quiere admitirlo. Cientos de años desde...